Santa Cecilia, virgen y martir
Fecha: 22
de noviembre
†: s. inc. - país: Italia
Canonización: pre-congregación
Hagiografía: Catholic
Encyclopedia
Elogio: Memoria
de santa Cecilia, virgen y mártir, que, según la tradición, consiguió la doble
palma por amor a Jesucristo en el cementerio de Calixto, en la vía Apia de
Roma. El título de una iglesia en el Transtíber romano lleva desde antiguo su
nombre.
Patronazgos: patrona
de la música sacra, de los organistas, los constructores de órganos y
fabricantes de instrumentos, de los cantantes, músicos y poetas.
Tradiciones, refranes, devociones: «Por Santa Cecilia, la nieve a la rodilla y
la vaca a la cebilla» (la cebilla es un trozo de madera para sujetar al ganado)
«Por Santa Cecilia musiquero,
es cuando a la pella, se le ve la cabellera»
Refieren a este santo: Santos
Tiburcio, Valeriano y Máximo, San Urbano I
Esta santa, tan a menudo
glorificada en las bellas artes y en la poesía, es una de las mártires más
veneradas de la antigüedad cristiana. La más antigua referencia histórica a
santa Cecilia se encuentra en el «Martyrologio Jeronimiano»; y de él se deduce
que su fiesta se celebraba en la iglesia romana en la cuarta centuria, aunque
su nombre aparece en fechas diferentes en ese mismo martirologio. La fiesta de
la santa mencionada el 22 de noviembre -día en el cual es celebrada en la
actualidad-, fue la utilizada en el templo dedicada a ella del barrio del
Trastévere, en Roma; por consiguiente, su origen probablemente se remonta a
esta iglesia. Las primeras guías medievales (Itineraria) de los sepulcros de
los mártires romanos, señalan su tumba en la Via Appia, al lado de la cripta de
los obispos romanos del siglo tercero (De Rossi, Roma Sotterranea, I, 180-181).
De Rossi localizó el sepulcro de Cecilia en las catacumbas de Calixto, en una
cripta adjunta a la capilla de la cripta de los papas; un nicho vacío en una de
las paredes, que una vez contuvo, probablemente, el sarcófago con los restos de
la santa. Entre los frescos posteriores que adornan la pared del sepulcro,
aparece dos veces la figura de una mujer ricamente vestida, y el Papa Urbano,
quién tuvo una estrecha relación con la santa según las Actas del martirio,
aparece una vez. El antiguo templo titular arriba mencionado, se construyó en
el siglo cuarto y todavía se conserva en el Trastévere. Este templo estaba
ciertamente dedicado en el siglo quinto a la santa enterrada en la Vía Appia;
es mencionado en las firmas del Concilio romano de 499 como «titulus sanctæ
Cæciliæ» (Mansi, Coll, Conc. VIII, 236). Así como algunos otros antiguos
templos cristianos de Roma fueron un regalo de los santos cuyos nombres llevan,
puede deducirse que la iglesia romana debe este templo de santa Cecilia a la
generosidad de la propia santa; en apoyo de este punto de vista es de notar que
la propiedad bajo la cual está construida la parte más antigua de la verdadera
catacumba de Calixto, probablemente perteneció, según las investigaciones de De
Rossi, a la familia de santa Cecilia (Gens Cæcilia), y pasó a ser, por
donación, propiedad de la iglesia romana. En el «Sacramentarium Leonianum», una
colección de misas completada hacia el final del siglo quinto, se encuentren al
menos cinco misas diferentes en honor de santa Cecilia, lo que testifica la
gran veneración a la santa que la Iglesia romana tenía en ese momento.
Las «Actas del Martirio de
Santa Cecilia» tienen su origen hacia la mitad del siglo quinto, y han sido
transmitidas en numerosos manuscritos, así como traducidas al griego. Fueron
asimismo utilizadas en los prefacios de las misas del mencionado «Sacramentarium
Leonianum». Ellas nos informan que Cecilia, una virgen de familia senatorial y
cristiana desde su infancia, fue dada en matrimonio por sus padres a un noble
joven pagano, Valeriano. Cuando, tras la celebración del matrimonio, la pareja
se retira a la cámara nupcial, Cecilia cuenta a Valeriano que ella está
comprometida con un ángel que celosamente guarda su cuerpo, por lo que
Valeriano debe tener cuidado de no violar su virginidad. Valeriano desea ver al
ángel, y Cecilia lo manda ir a la tercera piedra miliaria de la Via Appia,
donde se encontrará con el obispo de Roma, Urbano. Valeriano obedeció, fue
bautizado por el papa y regresó a Cecilia hecho cristiano. Entonces se apareció
un ángel a los dos y los coronó con rosas y azucenas. Cuando Tiburcio, el hermano
de Valeriano, se acercó a ellos, también fue ganado para Cristo. Como celosos
hijos de la Fe ambos hermanos distribuyeron ricas limosnas y enterraron los
cuerpos de los confesores que habían muerto por Cristo. El prefecto, Turcio
Almaquio, los condenó a muerte; el funcionario del prefecto, Máximo, fue
designado para ejecutar la sentencia, se convirtió y sufrió el martirio con los
dos hermanos. Sus restos fueron enterrados en una tumba por Cecilia. Ahora la
propia Cecilia fue buscada por los funcionarios del prefecto. Después de una
gloriosa profesión de fe, fue condenada a morir asfixiada en el baño de su
propia casa. Pero, como permaneciera ilesa en el ardiente cuarto, el prefecto
la hizo decapitar allí mismo. El verdugo dejó caer su espada tres veces sin que
se separara la cabeza del tronco, y huyó, dejando a la virgen bañada en su
propia sangre. Vivió tres días más, hizo disposiciones en favor de los pobres y
ordenó que, tras su muerte, su casa fuera dedicada como templo. Urbano la
enterró entre los obispos y los confesores, es decir, en la catacumba
Calixtina.
El relato como tal carece
de valor histórico; es una leyenda piadosa, como tantas otras recopiladas en
los siglos quinto y sexto (y que recurren a los mismos moldes y recursos
narrativos). Sin embargo la existencia misma de los mencionados mártires, es un
hecho histórico fuera de toda duda razonable. La relación entre santa Cecilia y
Valeriano, Tiburcio y Máximo, mencionados en las Actas, tienen quizá algún
fundamento histórico. Estos tres santos fueron enterrados en las catacumbas de
Pretextato en la Via Appia, donde sus tumbas se mencionan en las antiguas guías
de peregrinos («Itineraria»).
No conocemos la fecha en
que Cecilia sufrió el martirio, ni puede deducirse nada de la mención de Urbano;
el autor de las Actas, sin autoridad alguna, simplemente introdujo el conocido
nombre de este confesor (enterrado en la catacumba de Pretextato) a causa de la
proximidad de su tumba a la de los otros mártires y lo identificó con la del
Papa del mismo nombre. A su vez el autor del «Liber Pontificalis» usó las Actas
para referenciar a Urbano. Las Actas no ofrecen ninguna otra indicación del
tiempo del martirio. Venancio Fortunato (Miscellanea, 1, 20; 8,6) y Adón
(Martirologio, 22 noviembre) sitúan el momento de la muerte de la santa en el
reinado de Marco Aurelio y Cómodo (aproximadamente el 177), y De Rossi intenta
demostrar este dato como el más seguro históricamente. En otras fuentes
occidentales de la baja Edad Media y en el Synaxario griego, se sitúa en la
persecución de Diocleciano (inicios del s. IV). P.A. Kirsch intentó fijarlo en
el tiempo de Alejandro Severo (229-230); Aubé, en la persecución de Decio
(249-250); Kellner, en el de Juliano el Apóstata (362). Ninguna de estas
opiniones está suficientemente establecida, ni las Actas ni otras fuentes
ofrecen la evidencia cronológica requerida. La única indicación temporal segura
es la localización de la tumba en la catacumba de Calixto, en inmediata
proximidad a la antiquísima cripta de los papas, en la fueron enterrados,
probablemente, Urbano y, ciertamente, Ponciano y Antero. La parte más antigua
de esta catacumba fecha todos estos eventos al final del siglo segundo; por
consiguiente, desde ese momento hasta la mitad del siglo tercero es el período
posible para el martirio de santa Cecilia.
Su iglesia en el barrio
del Trastévere de Roma fue reconstruida por Pascual I (817-824), en cuya
ocasión el papa deseó trasladar allí sus reliquias; al principio, sin embargo,
no pudo encontrarlas y creyó que habían sido robadas por los lombardos. En una
visión santa Cecilia lo exhorta a continuar la búsqueda porque había estado ya
verdaderamente cerca de ella, es decir, de su tumba. Él entonces renovó la
investigación y pronto el cuerpo de la mártir, cubierto con costosos adornos de
oro y con su ropa empapada en sangre hasta los pies, fue encontrado en la
catacumba de Pretextato. Debieron ser llevados allí desde la catacumba de
Calixto para salvarlos de los primeros saqueos de los lombardos en las
cercanías de Roma. Las reliquias de santa Cecilia, con las de Valeriano,
Tiburcio y Máximo, y también las de los papas Urbano y Lucio, fueron exhumadas
por el papa Pascual, y enterradas nuevamente, esta vez bajo el altar mayor de
santa Cecilia en el Trastévere. Los monjes de un convento fundado en el barrio
por el mismo papa, fueron encargados de cantar el oficio diario en esta
basílica. La veneración por la santa mártir continuó extendiendose y se le
dedicaron numerosas iglesias. Durante la restauración del templo, en el año 1599,
el cardenal Sfondrato examinó el altar mayor y encontró debajo el sarcófago con
las reliquias que el papa Pascual había trasladado. Excavaciones de fines del
siglo XIX, ejecutadas a instancias y a cargo del cardenal Rampolla,
descubrieron restos de construcciones romanas, que habían permanecido
accesibles.
Las representaciones más
antiguas de santa Cecilia la muestran en la actitud usual de los mártires en el
arte cristiano de los primeros siglos: o con la corona del martirio en su mano
(por ejemplo en San Apolinar la Nueva, en Rávena, en un mosaico del siglo
sexto) o en actitud de oración (por ejemplo las dos imágenes, de los siglos
sexto y séptimo, de su cripta). En el ábside de su iglesia en el Trastévere
todavía se conserva el mosaico hecho bajo el Papa Pascual, en el que es
representada con ricos vestidos, como protectora del Papa. Los cuadros
medievales de la santa son muy frecuentes; desde los siglos catorce y quince se
le asigna un órgano musical como atributo, o se le representa como tocando el
órgano, o más tarde otros instrumentos, lo que está relacionado con su carácter
de Patrona de la música sacra, tal como fue proclamada por la Academia de
Música de Roma en 1584. Sin embargo, la cuestión del patronazgo de la música
constituye en sí mismo un debatido problema, y se trata extensamente en este
escrito.
Artículo condensado y
traducido para ETF de J.P. Kirsch (1908) en Catholic Encyclopedia. hay allí
mismo una amplia bibliografía que, aunque antigua, ofrece buenas referencias de
los materiales fundamentales. El Butler-Guinea de esta fecha (tomo IV, pág. 401ss.)
presenta la leyenda contada más in extenso, aunque el conjunto coincide con el
trabajo de Kirsch.
Imágenes:
Francesco Boticinni:
Cecilia, Valeriano y Tiburcio, fin del siglo XV, Florencia.
Raffaello: Éxtasis de Santa Cecilia, 1514, Óleo transferido a tela,
Pinacoteca Nazionale, Bologna.
Stephano Maderno: santa Cecilia, 1600, mármol, 130cm, Santa Cecilia in
Trastevere, Roma.
Estas
biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una
fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia
completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor,
al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel)
y el siguiente enlace: https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_4260
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