MES DE SAN JOSÉ
DÍA 18
ORACIÓN INICIAL
Bienaventurado San José,
acudimos
en nuestra tribulación;
y,
después de invocar
el
auxilio de vuestra Santísima Esposa,
solicitamos
también
confiadamente
vuestro patrocinio.
Por aquella caridad que
con
la Inmaculada Virgen María,
Madre
de Dios, os tuvo unido,
y
por el paterno amor
con
que abrazasteis al Niño Jesús,
humildemente
os suplicamos
volváis
benigno los ojos
a
la herencia que
con
su Sangre adquirió Jesucristo,
y
con vuestro poder
y
auxilio socorráis nuestras necesidades.
Proteged, oh providentísimo
Custodio
de la Sagrada Familia,
la
escogida descendencia de Jesucristo;
apartad
de nosotros
toda
mancha de error y corrupción;
asistidnos
propicio, desde el Cielo,
fortísimo
libertador nuestro
en
esta lucha
con
el poder de las tinieblas;
y,
como en otro tiempo
librasteis al
Niño Jesús
del
inminente peligro de su vida,
así,
ahora, defended
la
Iglesia Santa de Dios
de
las asechanzas de sus enemigos
y
de toda adversidad,
y
a cada uno de nosotros
protegednos
con perpetuo patrocinio,
para
que, a ejemplo vuestro
y
sostenidos por vuestro auxilio,
podamos
santamente vivir
y
piadosamente morir
y
alcanzar en el Cielo
la
eterna felicidad. Amén.
DÍA 18 de marzo
Fidelidad del Santo Patriarca a la misión recibida de Dios
Siervo bueno y fiel, entra en el banquete de tu Señor (Antífona de comunión. Mt 25, 21). Estas palabras de la Antífona de comunión de la Misa las oiría un día San José por el cumplimiento amoroso y alegre de su misión en la tierra. Son palabras dichosísimas que un día también el Señor nos dirá a nosotros si hemos sido fieles a la vocación recibida, aunque hayamos tenido que recomenzar muchas veces, con humildad y sencillez de corazón. En otra oración de la Misa del día se repite la palabra fidelidad aplicada a San José: Dios todopoderoso, que confiaste los primeros misterios de la salvación de los hombres a la fiel custodia de San José... (MISAL ROMANO, Oración colecta de la Misa de San José), rezamos en la oración colecta. Parece como si el Señor quisiera hoy recordarnos la fidelidad a nuestros compromisos para con Él y para con los demás, la fidelidad a la vocación recibida de Dios, a la llamada que cada cristiano ha recibido, su quehacer en el mundo según el querer de Dios.
Nuestra vida no tiene otro sentido que ser fieles al Señor, en cualquier edad y circunstancia en la que nos encontremos. De eso depende, lo sabemos bien, nuestra felicidad en esta vida y, en buena parte, la felicidad de quienes nos rodean. San José pasó por situaciones bien diferentes y no todas fueron humanamente gratas, pero el Santo Patriarca fue firme como la roca y contó siempre con la ayuda de Dios. Nada desvió a José del camino que se le había señalado; fue el hombre al que Dios, fiándose de Él, puso al frente de su familia aquí en la tierra. ¿Qué otra cosa fue su vida sino una entera dedicación al servicio para el que había sido llamado? Esposo de la Virgen María, padre legal de Jesús (...), consumió su vida con la atención puesta en ellos, entregado al cumplimiento de la misión para la que había sido llamado. Y como un hombre entregado es un hombre que ya no se pertenece, él dejó de preocuparse de sí mismo desde el momento en que, ilustrado por el ángel en aquel primer sueño, aceptó plenamente el designio de Dios sobre él, y al recibir a María su esposa comenzó a vivir para aquellos que habían sido puestos bajo su custodia. El Señor le confió su familia y José no le defraudó; Dios se apoyó en él, y él se mantuvo firme en toda clase de circunstancias» (F. SUAREZ, José, esposo de María, pp. 276-277). Dios, para muchas cosas grandes, se apoya en nosotros... No le defraudemos.
Le decimos hoy al Señor que queremos ser fieles, entregados a nuestro quehacer divino y humano en la tierra, como lo fue San José, sabiendo que de ello depende el sentido de nuestra vida toda. Examinemos despacio en qué podríamos ser más fieles: compromisos para con Dios, con quienes quizá tenemos a nuestro cargo, en el apostolado, en la tarea profesional...
ORACIÓN FINAL
Oh custodio y padre de Vírgenes San José a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia de Cristo Jesús y la Virgen de las vírgenes María; por estas dos queridísimas prendas Jesús y María, te ruego y suplico me alcances, que preservado yo de toda impureza, sirva siempre castísimamente con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.
Jesús José y María
os
doy mi corazón y el alma mía
Jesús, José y María
asistidme
en mi última agonía.
Jesús, José y María
con
Vos descanse en paz el alma mía.
Oh
Dios que con inefable providencia te dignaste escoger al bienaventurado José
por Esposo de tu Madre Santísima; concédenos que, pues le veneramos como
protector en la tierra, merezcamos tenerle como protector en los cielos. Oh
Dios que vives y reinas en los siglos de los siglos. Amén.
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