MES DE SAN JOSÉ
DÍA 7
ORACIÓN INICIAL
Bienaventurado San José,
acudimos
en nuestra tribulación;
y,
después de invocar
el
auxilio de vuestra Santísima Esposa,
solicitamos
también
confiadamente
vuestro patrocinio.
Por aquella caridad que
con
la Inmaculada Virgen María,
Madre
de Dios, os tuvo unido,
y
por el paterno amor
con
que abrazasteis al Niño Jesús,
humildemente
os suplicamos
volváis
benigno los ojos
a
la herencia que
con
su Sangre adquirió Jesucristo,
y
con vuestro poder
y
auxilio socorráis nuestras necesidades.
Proteged, oh providentísimo
Custodio
de la Sagrada Familia,
la
escogida descendencia de Jesucristo;
apartad
de nosotros
toda
mancha de error y corrupción;
asistidnos
propicio, desde el Cielo,
fortísimo
libertador nuestro
en
esta lucha
con
el poder de las tinieblas;
y,
como en otro tiempo
librasteis al
Niño Jesús
del
inminente peligro de su vida,
así,
ahora, defended
la
Iglesia Santa de Dios
de
las asechanzas de sus enemigos
y
de toda adversidad,
y
a cada uno de nosotros
protegednos
con perpetuo patrocinio,
para
que, a ejemplo vuestro
y
sostenidos por vuestro auxilio,
podamos
santamente vivir
y
piadosamente morir
y
alcanzar en el Cielo
la
eterna felicidad. Amén.
DIA 7 de marzo
Glorificación de San José
San José goza de la gloria máxima, después de la Santísima Virgen(Cfr. B. Llamera, Teología de San José, p. 298), como corresponde a su santidad en la tierra, en la que gastó su vida en favor del Hijo de Dios y de su Madre Santísima. Por otra parte, «si Jesús honró en vida a José más que a todos los demás, llamándole padre, también le ensalzaría por encima de todos, después de su muerte»(Isidoro de Isolano, Suma de los dones de San José, IV, 3.).
Inmediatamente después de su muerte, el alma de San José iría al seno de Abrahán, donde los patriarcas y los justos de todos los tiempos aguardaban la redención que había comenzado. Allí les anunciaría que el Redentor estaba ya en la tierra y que pronto se abrirían las puertas del Cielo. «Y los justos se estremecerían de esperanza y de agradecimiento. Rodearían a José y entonarían un cántico de alabanza que ya no se interrumpiría en los siglos venideros»(Isidoro de Isolano, Suma de los dones de San José, IV, 3.p 181).
Muchos autores piensan, con argumentos sólidos, que el cuerpo de San José, unido a su alma, se encuentra también glorioso en el Cielo, compartiendo con Jesús y con María la eterna bienaventuranza. Consideran que la plena glorificación de San José tuvo lugar probablemente después de la resurrección de Jesús. Uno de los fundamentos en que se basa esta doctrina, moralmente unánime desde el siglo xvi, es el dato que aporta San Mateo de los sucesos que ocurrieron a la muerte del Señor: ...muchos cuerpos de los santos, que habían muerto, resucitaron (Mt 27, 52.).
Doctores de la Iglesia y teólogos piensan que Jesús, al escoger una escolta de resucitados para afirmar su propia resurrección y dar más realce a su triunfo sobre la muerte, incluiría en primer lugar a su padre adoptivo. ¡Cómo sería el nuevo encuentro de Jesús y de San José! «El glorioso patriarca –afirma San Francisco de Sales– tiene en el Cielo un crédito grandísimo con aquel que tanto le favoreció, conduciéndole al Cielo en cuerpo y alma (...).
¿Cómo iba a negarle esta gracia quien toda la vida le obedeció? Yo creo que José, viendo a Jesús (...), le diría: “Señor mío, acuérdate de que cuando bajaste del Cielo a la tierra te recibí en mi familia y en mi casa, y cuando apareciste sobre el mundo te estreché con ternura entre mis brazos. Ahora tómame en los tuyos y, como te alimenté y te conduje durante tu vida mortal, cuida tú de conducirme a la vida eterna”» (San Francisco de Sales, Sermón sobre San José, 7; en Obras selectas de..., BAC, Madrid 1953, vol. 1, p. 351). Jesús se sentiría dichosísimo al complacerle.
En cierta ocasión, San Josemaría Escrivá, Fundador del Opus Dei, respondía con estas palabras a un chico joven que le preguntaba directamente dónde estaría el cuerpo de San José: «“En el Cielo, hijo mío, en el Cielo. Si hubo muchos santos que resucitaron –lo dice la Escritura– cuando resucitó el Señor, entre ellos estaría, seguro, San José.” A la misma pregunta respondía en otra ocasión: “Hoy es sábado; podemos fijarnos en los misterios gloriosos (...).
Al contemplar rápidamente el cuarto misterio, la Asunción de Nuestra Señora, piensa que la Tradición nos dice que San José murió antes, asistido por la Santísima Virgen y por Nuestro Señor. Es seguro, porque lo dice la Sagrada Escritura, que –cuando Cristo salió vivo del sepulcro– con Él resucitaron muchos justos, que subieron con Él al Cielo (...). ¿No es lógico que quisiera tener a su lado al que le había servido de padre en la tierra?”»( Cit. por L. Mª Herrán, La devoción a San José en la vida y enseñanzas de Monseñor Escrivá de Balaguer, Palabra, Madrid 1981, p. 46).
Así podemos contemplar hoy al Santo Patriarca, al considerar el cuarto misterio glorioso del Santo Rosario: le vemos con su cuerpo glorioso, de nuevo junto a Jesús y María, intercediendo por nosotros en cualquier necesidad en que nos encontremos.
Fecit te Deus quasi patrem Regis et dominum universae domus eius. Te hizo Dios como padre del Rey y como señor de toda su casa. Ruega por nosotros (Cfr. Liturgia de las Horas, Solemnidad de San José, Responsorio a la Segunda lectura).
ORACIÓN FINAL
Oh custodio y padre de Vírgenes San José a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia de Cristo Jesús y la Virgen de las vírgenes María; por estas dos queridísimas prendas Jesús y María, te ruego y suplico me alcances, que preservado yo de toda impureza, sirva siempre castísimamente con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.
Jesús José y María
os
doy mi corazón y el alma mía
Jesús, José y María
asistidme
en mi última agonía.
Jesús, José y María
con
Vos descanse en paz el alma mía.
Oh
Dios que con inefable providencia te dignaste escoger al bienaventurado José
por Esposo de tu Madre Santísima; concédenos que, pues le veneramos como
protector en la tierra, merezcamos tenerle como protector en los cielos. Oh
Dios que vives y reinas en los siglos de los siglos. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario