San José Obrero
fecha: 1 de mayo
hagiografía: Abel Della
Costa
Elogio:
San José Obrero, el carpintero de Nazaret, que con su laboriosidad proveyó la
subsistencia de María y de Jesús e inició al Hijo de Dios en los trabajos de
los hombres. Por esta razón, en el día de hoy, en que se celebra la fiesta del
trabajo en muchas partes del mundo, todos los obreros cristianos honran a san
José como modelo y patrono suyo.
Oración:
San José, que por medio de tu trabajo
alimentaste a tu sagrada familia,
intercede ante Dios, que me dio dones y talentos para que los hiciera
fructificar, a fin de que pueda usar toda mi energia, fuerza y habilidad para
proveer a las necesidades materiales de los míos, al bienestar de todos y a la
gloria de su Nombre. Amén.
El
1º de mayo, todos lo sabemos, es desde los comienzos del siglo
XX, una jornada reivindicativa de los derechos de los trabajadores, que llegó a
establecerse en casi todos los países del mundo, en recuerdo de la huelga de
Chicago de 1886 por la jornada laboral de 8 horas, que costó la vida a muchos
trabajadores, de algunos de los cuales se conocen los datos, y de otros cientos
no. Es todo un «signo de los tiempos» que esta celebración casi universal, e
implantada con fuerza en todo Occidente (¡excepto, paradójicamente, en los
EEUU!), no tiene ni origen religioso ni ninguna vinculación con el universo de
los símbolos religiosos.
La Iglesia Católica, desde
aquella primera «encíclica social» del papa León XIII, la Rerum Novarum, de
1891, trataba de comprender los nuevos tiempos; precisamente la expresión
«rerum novarum» significa «de las cosas nuevas», pero no representa en el
contexto de la encíclica ninguna calificación neutra, sino todo un juicio de
valor, bastante negativo: «Excitado el deseo de novedades que desde hace un
tiempo agita a los pueblos...» Le costaba a la Iglesia penetrar el significado
de eso que estaba pasando en el mundo, que muchas veces venía de la mano del
anarquismo, la violencia, y, cómo no, de fuertes sentimientos antirreligiosos.
Aun proponiendo soluciones
teóricas también, la acción más fuerte que la Iglesia desplegó en el siglo XX
en relación al mundo del trabajo fueron las miríadas de creyentes dedicados a
la atención directa de los problemas de la alfabetización, de la inserción
laboral, de las viejas y nuevas pobrezas en ciudades cada vez más violentas;
nuestra fe logró así salir del círculo de las teorías y abstracciones sobre el
trabajo e ir hacia -con- el hombre concreto. Parte de este movimiento de
«retorno» hacia el trabajador concreto fue la institución, por parte de Pío XII
en un discurso del 1 de mayo de 1955 a los trabajadores, del día de san José
Obrero, con el explícito deseo de cristianizar una fecha que había nacido al
margen de la religión cristiana, pero que en su aspiración profunda de
dignificación del trabajo humano la Iglesia podía sentir como propia:
«Aquí, en este día 1 de
mayo, que el mundo del trabajo se ha adjudicado como fiesta propia, Nos,
Vicario de Jesucristo, queremos afirmar de nuevo solemnemente este deber y compromiso,
con la atención de que todos reconozcan la dignidad del trabajo y que ella
inspire la vida social y las leyes fundadas sobre la equitativa repartición de
derechos y de deberes.
Tomado en este sentido por
los obreros cristianos el 1 de mayo, recibiendo así, en cierto modo, su
consagración cristiana, lejos de ser fomento de discordias, de odios y de
violencias, es y será una invitación constante a la sociedad moderna a
completar lo que aún falta a la paz social. Fiesta cristiana, por tanto, es
decir, día de júbilo para el triunfo concreto y progresivo de los ideales
cristianos de la gran familia del trabajo.
A fin de que os quede
grabado este significado nos place anunciaros nuestra determinación de
instituir, como de hecho lo hacemos, la fiesta litúrgica de San José Obrero,
señalando para ella precisamente el día uno de mayo ¿Os agrada, amados obreros,
este nuestro don? Estamos seguros que sí, porque el humilde obrero de Nazaret no
solo encarna, delante de Dios y de la Iglesia, la dignidad del obrero manual,
sino que es también el próvido guardián de vosotros y de vuestras familias»
(Pío XII, discurso de institución de la fiesta de San José Obrero, 1955)
Si bien tiene también ese
valor añadido, no se trata en esta fecha de recordar los humildes orígenes de
Jesús, cuanto de meditar sobre una relación, la del hombre y el trabajo, que no
es secundaria ni accesoria, sino esencial al desarrollo de nuestro ser.
Frecuentemente cuando se habla del trabajo se evocan las palabras del Génesis
3,19: «Con el sudor de tu rostro comerás el pan», como si la realidad del
trabajo fuera enteramente la de una maldición. Sin embargo es necesario
recordar que antes de eso, antes de toda caída, ya se dice en el mismo Génesis
que Dios «Tomó al hombre y le dejó en el jardín de Edén, para que lo labrase y
cuidase» (2,15).
La vinculación hombre-trabajo excede a la fatiga, excede a la
caída y a la condición de desamparo en la que nos hallamos; es una vinculación de
naturaleza: el hombre despliega su ser por el trabajo, y por tanto no hay ser
humano si no hay actividad transformadora y creadora.
Muy atinadamente el elogio
de san José Obrero del
Bibliografía:
lamentablemente no está en línea en el sitio del Vaticano, en la sección de
documentos de SS Pío XII, la proclamación del 1 de mayo como día de san José
Obrero, el fragmento citado lo extraje de Año Cristiano, pero todo el discurso
del Papa es de esa misma gran sensibilidad (puede leerse aquí en italiano). Sí,
en cambio, puede leerse el elogio de san José (donde se menciona el discurso de
Pío XII) por parte de Juan XXIII en la Carta Apostólica «Le voci». Un hermoso
texto para meditar sobre el trabajo humano y su valorización cristiana es la
segunda lectura del Oficio de Lecturas del día, que cita dos parágrafos de la Gaudium
et Spes, de donde proviene la cita que hice en el presente artículo.
El cuadro es «José con el
niño Jesús en el trabajo», de Georges de la Tour, 1645, en el Museo del Louvre.
Abel Della Costa
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