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SANTORAL LITÚRGICO

El Niño Dios a nacido en Belén

HIMNO A SAN JOSÉ

HIMNO A SAN JOSÉ

Hoy a tus pies, ponemos nuestra vida; Hoy a tus pies, ¡Glorioso San José! Escucha nuestra oración, Y por tu intercesión, Obtendremos, la paz del corazón; En Nazaret, junto a la Virgen Santa, En Nazaret ¡Glorioso San José! Cuidaste al niño Jesús, Pues por tu gran virtud, Fuiste digno custodio de la luz. Con sencillez humilde carpintero; Con sencillez ¡Glorioso San José! Hiciste bien tu labor, obrero del Señor, Ofreciendo, trabajo y oración. Tuviste fe, en Dios y su promesa; Tuviste fe, ¡Glorioso San José! Maestro de oración, alcanzarnos el don, De escuchar, y seguir la voz de Dios:

MES DE SAN JOSÉ DÍA 17


MES DE SAN JOSÉ
DÍA 17


ORACIÓN INICIAL

Bienaventurado San José,
acudimos en nuestra tribulación;
y, después de invocar
el auxilio de vuestra Santísima Esposa,
solicitamos también
confiadamente vuestro patrocinio.

Por aquella caridad que
con la Inmaculada Virgen María,
Madre de Dios, os tuvo unido,
y por el paterno amor
con que abrazasteis al Niño Jesús,
humildemente os suplicamos
volváis benigno los ojos
a la herencia que
con su Sangre adquirió Jesucristo,
y con vuestro poder
y auxilio socorráis nuestras necesidades.

Proteged, oh providentísimo
Custodio de la Sagrada Familia,
la escogida descendencia de Jesucristo;
apartad de nosotros
toda mancha de error y corrupción;
asistidnos propicio, desde el Cielo,
fortísimo libertador nuestro
en esta lucha
con el poder de las tinieblas;

y, como en otro tiempo
librasteis al Niño Jesús
del inminente peligro de su vida,
así, ahora, defended
la Iglesia Santa de Dios
de las asechanzas de sus enemigos
y de toda adversidad,
y a cada uno de nosotros
protegednos con perpetuo patrocinio,
para que, a ejemplo vuestro
y sostenidos por vuestro auxilio,
podamos santamente vivir
y piadosamente morir
y alcanzar en el Cielo
la eterna felicidad. Amén.


DÍA 17 de marzo


Las promesas del Antiguo Testamento se realizan en Jesús a través de José.


Éste es el criado fiel y solícito a quien el Señor ha puesto al frente de su familia (Antífona de entrada. Lc 12, 42).

Esta familia de la que se habla en la Antífona de entrada de la Misa es la Sagrada Familia de Nazaret, el tesoro de Dios en la tierra, que encomendó a San José, «el servidor fiel y prudente», que entregó su vida con alegría y sin medida para sacarla adelante. La familia del Señor es también, por ampliación, la Iglesia, que reconoce a San José como su protector y patrono.

La Primera lectura evoca las antiguas promesas en las que se anuncia, de generación en generación, la llegada de un Rey fuerte y justo, un Pastor bueno que conducirá al rebaño hacia verdes praderas (Ez 34, 23), un Redentor que nos salvará (Gen 3, 15). En esta lectura de hoy se comunica a David, por medio del profeta Natán, que de su descendencia llegará el Mesías, quien tendrá un reinado eterno. Por José, es Jesús hijo de David. En Él se han cumplido las promesas hechas desde Abrahán (Segunda lectura. Rom 4, 18).

«Con la Encarnación las "promesas" y las "figuras" del Antiguo Testamento se hacen "realidad": lugares, personas, hechos y ritos se entremezclan según precisas órdenes divinas, transmitidas mediante el ministerio angélico y recibidas por criaturas particularmente sensibles a la voz de Dios.

María es la humilde sierva del Señor, preparada desde la eternidad para la misión de ser Madre de Dios; José es aquel (...) que tiene el encargo de proveer a la inserción "ordenada" del Hijo de Dios en el mundo, en el respeto de las disposiciones divinas y de las leyes humanas. Toda la vida, tanto "privada" como "escondida" de Jesús ha sido confiada a su custodia» (JUAN PABLO II, Exhort. apost. Redemptoris custos, 15-VIII-1989, 8).

El Evangelio de la Misa tiene especial interés en recalcar que José está entroncado en la casa de David, depositaria de las promesas hechas a los patriarcas: Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo (Mt 1, 16). Es el Patriarca del Nuevo Testamento.

Fue José un hombre sencillo que Dios cubrió de gracias y de dones para que cumpliera una misión singular y entrañable en los planes salvíficos. Vivió entre gozos inenarrables, al tener junto a él a Jesús y a María, y también entre incertidumbres y sufrimientos: perplejidad ante el misterio obrado en María, que él todavía no conoce; la pobreza extrema de Belén; la profecía de Simeón en el Templo sobre los sufrimientos del Salvador; la angustiosa huida a Egipto; la vida apenas sin recursos en un país extraño; la vuelta de Egipto y los temores ante Arquelao... Fue siempre fidelísimo a la voluntad de Dios, dejando a un lado planes y razones meramente humanas.

El centro de su vida fueron Jesús y María, y el cumplimiento de la misión que Dios le había confiado. «La entrega de San José aparece tejida de ese entrecruzarse de amor fiel, de fe amorosa, de esperanza confiada. Su fiesta es, por eso, un buen momento para que todos renovemos nuestra entrega a la vocación de cristianos, que a cada uno de nosotros ha concedido el Señor.

»Cuando se desea sinceramente vivir de fe, de amor y de esperanza, la renovación de la entrega no es volver a tomar algo que estaba en desuso. Cuando hay fe, amor y esperanza, renovarse es -a pesar de los errores personales, de las caídas, de las debilidades- mantenerse en las manos de Dios: confirmar un camino de fidelidad. 

Renovar la entrega es renovar (...) la fidelidad a lo que el Señor quiere de nosotros: amar con obras» (J. ESCRIVA DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 43). Le pedimos especialmente hoy al Santo Patriarca el deseo eficaz de cumplir la voluntad de Dios en todo, en una entrega alegre, sin condiciones, que sirva a muchos para que encuentren el camino que conduce al Cielo.


ORACIÓN FINAL

Oh custodio y padre de Vírgenes San José a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia de Cristo Jesús y la Virgen de las vírgenes María; por estas dos queridísimas prendas Jesús y María, te ruego y suplico me alcances, que preservado yo de toda impureza, sirva siempre castísimamente con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.

Jesús José y María
os doy mi corazón y el alma mía

Jesús, José y María
asistidme en mi última agonía.

Jesús, José y María
con Vos descanse en paz el alma mía.

Oh Dios que con inefable providencia te dignaste escoger al bienaventurado José por Esposo de tu Madre Santísima; concédenos que, pues le veneramos como protector en la tierra, merezcamos tenerle como protector en los cielos. Oh Dios que vives y reinas en los siglos de los siglos. Amén.



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