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El Niño Dios a nacido en Belén

HIMNO A SAN JOSÉ

HIMNO A SAN JOSÉ

Hoy a tus pies, ponemos nuestra vida; Hoy a tus pies, ¡Glorioso San José! Escucha nuestra oración, Y por tu intercesión, Obtendremos, la paz del corazón; En Nazaret, junto a la Virgen Santa, En Nazaret ¡Glorioso San José! Cuidaste al niño Jesús, Pues por tu gran virtud, Fuiste digno custodio de la luz. Con sencillez humilde carpintero; Con sencillez ¡Glorioso San José! Hiciste bien tu labor, obrero del Señor, Ofreciendo, trabajo y oración. Tuviste fe, en Dios y su promesa; Tuviste fe, ¡Glorioso San José! Maestro de oración, alcanzarnos el don, De escuchar, y seguir la voz de Dios:
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martes, 3 de agosto de 2021

Treintena a San José

 

 

TREINTENA A SAN JOSÉ


¡Oh amabilísimo Patriarca, Señor San José! Desde el abismo de mi pequeñez, dolor y ansiedad, os contemplo con emoción y alegría de mi alma en vuestro solio del cielo, como gloria y gozo de los Bienaventurados, pero también como padre de los huérfanos en la tierra, consolador de los tristes, amparador de los desvalidos, gozo y amor de tus devotos ante el trono de Dios, de tu Jesús y de tu santa Esposa.

Por eso yo, pobre, desvalido, triste y necesitado, a Vos dirijo hoy y siempre mis lágrimas y penas, mis ruegos y clamores del alma, mis arrepentimientos y mis esperanzas; y hoy especialmente os traigo ante vuestro altar y vuestra imagen una pena que consoléis, un mal que remediéis, una desgracia que impidáis, una necesidad que socorráis, una gracia que obtengáis para mí y para mis seres queridos.

Y para conmoveros y obligaros a oírme y conseguírmelo, os lo pediré y demandaré durante treinta días continuos en reverencia a los treinta años que vivisteis en la tierra con Jesús y María, y os lo pediré, urgente y confiadamente, invocando todos los títulos que tenéis para compadeceros de mí y todos los motivos que tengo para esperar que no dilataréis el oír mi petición y remediar mi necesidad; siendo tan cierta mi fe en vuestra bondad y poder, que al sentirla os sentiréis también obligado a obtener y darme más aún de lo que os pido, y deseo.


1.- Os lo pido por la bondad divina que obligó al Verbo Eterno a encarnarse y nacer en la pobre naturaleza humana, como Dios de Dios, Dios Hombre, Dios del Hombre, Dios con el Hombre.

2.- Os lo suplico por vuestra ansiedad de sentiros obligado a abandonar a vuestra santa Esposa, dejándola sola, y yendo solo sin ella.

3.- Os lo ruego por vuestra resignación dolorosísima para buscar un establo y un pesebre para palacio y cuna de. Dios, nacido entre los hombres, que le obligan a nacer entre animales.

4.- Os lo imploro por la dolorosísima y humillante circuncisión de vuestro Jesús, y por el santo y dulcísimo nombre que le impusisteis por orden del Eterno para consuelo, amor y esperanza nuestra.

5.- Os lo demando por vuestro sobresalto al oír del Ángel la muerte decretada contra vuestro Hijo Dios, por vuestra obedentísima huida a Egipto, por las penalidades y peligros del camino, por la pobreza del destierro, y por vuestras ansiedades al volver de Egipto a Nazaret.

6.- Os lo pido por vuestra aflicción dolorosa de tres días al perder a vuestro Hijo, y por vuestra consolación suavísima al encontrarle en el templo; por vuestra felicidad inefable de los treinta años que vivisteis en Nazaret con Jesús y María sujetos a vuestra autoridad y providencia.

7.- Os lo ruego y espero por el heroico sacrificio, con que ofrecisteis la víctima de vuestro Jesús al Dios Eterno para la cruz y para la muerte por nuestros pecados y nuestra redención.

8.- Os lo demando por la dolorosa previsión, que os hacía todos los días contemplar aquellas manos infantiles, taladradas un día en la Cruz por agudos clavos; aquella cabeza que se reclinaba dulcísimamente sobre vuestro pecho, coronada de espinas; aquel cuerpo divino que estrechabais contra vuestro corazón, ensangrentado y extendido sobre los brazos de la Cruz; aquel último momento en que le veíais expirar y morir por mí, por mi alma, por mis pecados.

9.- Os lo pido por vuestro dulcísimo tránsito de esta vida en los brazos de Jesús y María. y vuestra entrada en el Limbo de los Justos en el cielo, donde tenéis vuestro trono de poder.

10.- Os lo suplico por vuestro gozo y vuestra gloria, cuando contemplasteis la Resurrección de vuestro Jesús, su subida y entrada en los cielos y su trono de Rey inmortal de los siglos.

11.- Os lo demando por vuestra dicha inefable cuando visteis salir del sepulcro a vuestra santísima Esposa, resucitada, y ser subida a. los cielos por ángeles, y coronada por el Eterno, y entronizada en un solio junto al vuestro como Madre, Señora y Reina de los ángeles y hombres.

12.- Os lo pido y ruego y espero confiadamente por vuestros trabajos, penalidades y sacrificios en la tierra, y por vuestros triunfos y gloria feliz bienaventuranza en el Cielo con vuestro Hijo Jesús y vuestra esposa Santa María.


¡Oh mi buen San José! Yo, inspirado en las enseñanzas de la Iglesia Santa y de sus Doctores y Teólogos y en el sentido universal del pueblo cristiano, siento en mí una fuerza misteriosa, que me alienta y obliga a pediros y suplicaros y esperar me obtengáis, de Dios la grande y extraordinaria gracia que voy a poner ante este tu altar e imagen y ante tu trono de bondad y poder en el Cielo: la espero, Santo Patriarca.

(Aquí, levantado el corazón a lo alto, se le pedirá al Santo con amorosa instancia la gracia que se desea.)

Obtenedme también para los míos y los que me han pedido ruegue por ellos, todo cuanto desean y le es conveniente. San José rogad por nosotros: Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.


ORACIÓN: Oh Dios, que con inefable providencia te dignaste escoger al bienaventurado José por Esposo de tu Madre Santísima; concédenos que, pues le veneramos como protector en la tierra, merezcamos tenerle como intercesor en los cielos. Oh Dios, que vives y reinas en los siglos de los siglos. Amén.

(Con licencia Eclesiástica)


ORACIÓN A SAN JOSÉ

A vos recurrimos en nuestra tribulación, bienaventurado José; y después de haber implorado el auxilio de vuestra Santísima Esposa, solicitamos también confiadamente vuestro Patrocinio.

Por el afecto que os unió a la Virgen Inmaculada, Madre de Dios; por el amor paternal que profesasteis al Niño-Jesús, os suplicamos que volváis benigno los ojos a la herencia que Jesucristo conquistó con su Sangre, y que nos socorráis con vuestro poder en nuestras necesidades. 

Proteged, prudentísimo Custodio de la Divina Familia, el linaje escogido de Jesucristo; preservadnos Padre amantísimo, de todo contagio de error y corrupción, sednos propicio y asistidnos desde el Cielo, poderosísimo Protector nuestro, en el combate que al presente libramos contra el poder de las tinieblas. Y del mismo modo que, en otra ocasión, librasteis del peligro de la muerte al Niño Jesús, defended ahora a la Santa Iglesia de Dios, contra las asechanzas de sus enemigos y contra toda adversidad. Amparad a cada uno de nosotros con vuestro perpetuo patrocinio; a fin de que, siguiendo vuestros ejemplos, y sostenidos por vuestros auxilios, podamos vivir santamente, morir piadosamente y obtener la felicidad eterna del Cielo. Amén.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.


EXPLICACIÓN: DEVOCIÓN DE LOS TREINTA DÍAS AL PATRIARCA SAN JOSÉ EN REVERENCIA DE LOS TREINTA AÑOS QUE VIVIÓ CON JESÚS Y MARÍA EN LA TIERRA

La devoción al Patriarca San José está muy sobre las devociones a los Ángeles y Santos y entra en un orden superior, en el orden de la Trinidad de la tierra, como mediadora ante la Trinidad del Cielo.

Una de las devociones más expresivas de la veneración y confianza del pueblo cristiano en el poder y bondad de San José, es la llamada de los Treinta Olas en reverencia de los treinta años que vivió en la tierra en compañía de Jesús y la Virgen María. Tuvo su origen en los Estados Unidos de Norte América, donde ella ha alcanzado la más ferviente y universal popularidad; y de allí ha ido introduciéndose en las naciones de Europa.

Basta la lectura de la Oración para tenerla como muy cristiana y teológica, y como muy recomendable y eficaz para conmover ese poder y bondad del Santo Patriarca, y para alcanzar por su medio las gracias espirituales o temporales, las más difíciles y extraordinarias.

Las razones de esta afirmación son las siguientes:

a) La materia doctrinal de esa Oración es la más teológica y completa.

b) El fin general de ella, el más devoto y grato al Santo: honrar la memoria de los treinta años que vivió con Jesús y María en la tierra.

c) Los títulos que se invocan, poderosísimos para mover el corazón del Santo.

d) La forma ferviente en que está escrita, da fe vivísima, de ternura sensible y de urgente e irresistible instancia . . .; es el alma toda la que en todas sus frases pide y suplica, gime y llora, conmueve y triunfa de las resistencias del mismo Dios.

e) Y si a todo esto se añade la insistencia y perseverancia durante treinta días en tan larga y vehemente súplica del alma, no será temerario afirmar según el dogma católico que es una oración teológica y cristiana, eficaz e irresistible.

f) No hay en ella nada de superstición o revelación o infalibilidad o algo imposible o impropio. Por lo contrario, lo que se pide y se confía conseguir es sencillamente algo muy conveniente y necesario, aunque difícil y extraordinario; pero nada de milagros infalibles, y a plazos fijos, y por modos y prácticas supersticiosas. Todo está fundado en el dogma católico de la oración e intercesión de los Santos, y en la creencia y confianza del cristiano en el poder y bondad del Santo Patriarca. Es una Novena, pero de treinta días, muy a propósito para promover la devoción al Santo y la confianza en El.

La práctica de esta devoción ha de ser muy sencilla. Récese la oración treinta días consecutivos; y será más eficaz rezarla ante la imagen o altar del Santo; pero cuando eso no sea posible, puede rezarse en la casa particular. Se recomienda mucho la comunión, al menos los miércoles de esos treinta días. Finalmente se ruega la comunicación de las gracias obtenidas para su publicación en la Revista “San José”.

Se edita esta Hoja de Acción de Gracias por una gracia extraordinaria pedida urgentemente al Santo Patriarca durante los Treinta Días, y recibida con singulares señales de manifiesta providencia el mismo día de !a última fiesta de su Patrocinio; y por eso mismo con el fin de invitar a todas las personas necesitadas espiritual o temporalmente (¿Quién no lo está alguna vez en la vida?) a impetrar del Santo alguna gracia extraordinaria por medio de esa práctica piadosa de los TREINTA DÍAS. Quién duda de ello, pruébelo por sí mismo, diremos con Santa Teresa: y será un propagador de esta devoción.