El decálogo
de San Antonio de Padua
(Fiesta 13 de junio) según Benedicto XVI
A la luz de su catequesis en la audiencia
general del miércoles 10 de febrero de 2010. Es un trabajo de Jesús de las
Heras Muela
1.- Un santo
muy popular, “el santo”, y sus simbología iconográfica: Se trata de uno de los
santos más populares en toda la Iglesia católica, venerado no solo en Padua,
donde se erigió una espléndida Basílica que recoge sus despojos mortales, sino
en todo el mundo.
Son queridas
a los fieles las imágenes y las estatuas que le representan con el lirio,
símbolo de su pureza, o con el Niño Jesús entre los brazos, en recuerdo de una
aparición milagrosa mencionada por algunas fuentes literarias.
2.- Sus
grandes aportaciones: la espiritualidad y teología franciscana y la caridad:
Antonio contribuyó de modo significativo al desarrollo de la espiritualidad
franciscana, con sus marcadas dotes de inteligencia, de equilibrio, de celo
apostólico y, principalmente, de fervor místico.
Se dedicó
con interés y solicitud al estudio de la Biblia y de los Padres de la Iglesia,
adquiriendo aquella ciencia teológica que puso a fructificar en las actividades
de la enseñanza y la predicación.
3.- Apuntes
biográficos: de Lisboa a Padua, de canónigo regular a franciscano, de misionero
en Marruecos a predicador popular, entre la contemplación y la misión: Nacido
en Lisboa en 1195, en el seno de una acomodada familia, en Coimbra tuvo lugar
el episodio que marcó un cambio decisivo en su vida: aquí, en 1220 fueron
expuestas las reliquias de los primeros cinco misioneros franciscanos que se
habían dirigido a Marruecos, donde encontraron el martirio. Su caso hizo nacer
en el joven Fernando el deseo de imitarles y de avanzar en el camino de la
perfección cristiana: pidió entonces dejar los canónigos agustinos y
convertirse en Fraile Menor.
Su petición
fue acogida y, tomando el nombre de Antonio, también él partió hacia Marruecos,
pero la Providencia divina dispuso de otra manera. A consecuencia de una
enfermedad, se vio obligado a volver a Italia y, en 1221, participó en el
famoso “Capítulo de las esteras” en Asís, donde encontró también a san
Francisco.
Sucesivamente,
vivió por algún tiempo escondido totalmente en un convento cerca de Forlí, en
el norte de Italia, donde el Señor le llamó a otra misión. Invitado, por
circunstancias totalmente casuales, a predicar con ocasión de una ordenación
sacerdotal, mostró estar dotado de tal ciencia y elocuencia, que los Superiores
lo destinaron a la predicación. Comenzó así en Italia y en Francia una
actividad apostólica tan intensa y eficaz que indujo a no pocas personas que se
había separado de la Iglesia a volver sobre sus propios pasos.
Estuvo
también entre los primeros maestros de teología de los Frailes Menores, si no
incluso el primero. Comenzó su enseñanza en Bolonia, con la bendición de
Francisco, el cual, reconociendo las virtudes de Antonio, le envió una breve
carta con estas palabras: “Me gustaría que enseñases teología a los frailes”.
Antonio puso las bases de la teología franciscana que, cultivada por otras
insignes figuras de pensadores, habría conocido su cenit con san Buenaventura
de Bagnoregio y el beato Duns Scoto.
4.- Muerte,
canonización y doctor de la Iglesia: Convertido en superior provincial de los
Frailes Menores de Italia septentrional, continuó con el ministerio de la
predicación, alternándolo con las tareas de gobierno. Concluido el mandato de
Provincial, se retiró cerca de Padua, donde ya había estado otras veces. Tras
apenas un año, murió en las puertas de la Ciudad, el 13 de junio de 1231.
Padua, que lo había acogido con afecto y veneración en vida, le tributó por
siempre honor y devoción.
El mismo
Papa Gregorio IX, que tras haberle escuchado predicar le había definido “Arca
del Testamento”, lo canonizó en 1232, también a raíz de los milagros sucedidos
por su intercesión.
En el último
periodo de su vida, Antonio puso por escrito dos ciclos de “Sermones”, titulados
respectivamente “Sermones dominicales” y “Sermones sobre los Santos”,
destinados a los predicadores y a los profesores de estudios teológicos de la
Ordena franciscana. En ellos comenta los textos de la Sagrada
Escriturapresentados por la Liturgia, utilizando la interpretación
patrístico-medieval de los cuatro sentidos, el literal o histórico, el
alegórico o cristológico, el tropológico o moral, y el anagógico, que orienta
hacia la vida eterna. Se trata de textos teológico-homiléticos, que recogen la
predicación viva, en la que Antonio propone un verdadero y propio itinerario de
vida cristiana. Es tanta la riqueza de enseñanzas espirituales contenida en los
“Sermones”, que el Venerable Papa Pío XII, en 1946, proclamó a Antonio Doctor
de la Iglesia, atribuyéndole el título de “Doctor evangélico”, porque de estos
escritos surge la frescura y la belleza del Evangelio; aún hoy los podemos leer
con gran provecho espiritual.
5.- La
oración según San Antonio de Padua: Habla de la oración como de una relación de
amor, que empuja al hombre a conversar dulcemente con el Señor, creando una
alegría inefable, que suavemente envuelve el alma en oración. Antonio nos
recuerda que la oración necesita una atmósfera de silencio, que no coincide con
el alejamiento del ruido externo, sino que es experiencia interior, que mira a
quitar las distracciones provocadas por las preocupaciones del alma.
Según la
enseñanza de este insigne Doctor franciscano, la oración se compone de cuatro
actitudes indispensables, que, en el latín de Antonio, se definen: obsecratio,
oratio, postulatio, gratiarum actio. Podríamos traducirlas así: abrir
confiadamente el propio corazón a Dios, conversar afectuosamente con Él,
presentarle las propias necesidades, alabarlo y darle gracias.
En esta
enseñanza de san Antonio sobre la oración advertimos uno de los rasgos
específicos de la teología franciscana, del que él fue el iniciador, es decir,
el papel asignado al amor divino, que entra en la esfera de los afectos, de la
voluntad, del corazón, y que es también la fuente de donde brota un
conocimiento espiritual, que sobrepasa todo conocimiento.
6.- El modo
de progresar en la vida cristiana: Sólo un alma que reza puede realizar
progresos en la vida espiritual: este es el objeto privilegiado de la
predicación de san Antonio. Él conoce bien los defectos de la naturaleza
humana, la tendencia a caer en el pecado, por eso exhorta continuamente a
combatir la inclinación a la codicia, al orgullo, a la impureza, y a practicar
las virtudes de la pobreza y de la generosidad, de la humildad y de la
obediencia, de la castidad y de la pureza. ¿No es quizás esta, queridos amigos,
una enseñanza muy importante también hoy, cuando la crisis financiera y los
graves desequilibrios económicos empobrecen a no pocas personas y crean
condiciones de miseria? En mi Encíclica Caritas in veritate recuerdo: “La
economía necesita de la ética para su correcto funcionamiento, no de una ética
cualquiera, sino de una ética amiga de la persona” (n. 45).
7.- La caridad: Escribe Antonio: “La caridad
es el alma de la fe, la hace viva; sin el amor, la fe muere”
A principios
del siglo XIII, en el contexto del renacimiento de las ciudades y del
florecimiento del comercio, crecía el número de personas insensibles a las
necesidades de los pobres. Por este motivo, Antonio invita muchas veces a los
fieles a pensar en la verdadera riqueza, la del corazón, que haciéndoles buenos
y misericordiosos, les hace acumular tesoros para el Cielo. “Oh ricos – les
exhorta – haceos amigos de los pobres, acogedles en vuestras casas: serán
después ellos quienes os acojan en los eternos tabernáculos, donde está la
belleza de la paz, la confianza de la seguridad, y la opulenta quietud de la
saciedad eterna”.
8.- Ante la
crisis económica de hoy y de siempre: ¿No es quizás esta, queridos amigos, una
enseñanza muy importante también hoy, cuando la crisis financiera y los graves
desequilibrios económicos empobrecen a no pocas personas y crean condiciones de
miseria? En mi Encíclica Caritas in veritate recuerdo: “La economía necesita de
la ética para su correcto funcionamiento, no de una ética cualquiera, sino de
una ética amiga de la persona” (n. 45).
9.- Cristo y
su Cruz siempre en el centro: Antonio, en la escuela de Francisco, pone siempre
a Cristo en el centro de la vida y del pensamiento, de la acción y de la
predicación. Este es otro rasgo típico de la teología franciscana: el
cristocentrismo. De buen grado esta contempla, e invita a contemplar, los
misterios del humanidad del Señor, de modo particular, el de la Navidad, que le
suscitan sentimientos de amor y de gratitud hacia la bondad divina.
También la
visión del Crucificado le inspira pensamientos de reconocimiento hacia Dios y
de estima por la dignidad de la persona humana, de forma que todos, creyentes y
no creyentes, puedan encontrar un significado que enriquece la vida.
Escribe
Antonio: “Cristo, que es tu vida, está colgado ante ti, porque tú miras a la
cruz como en un espejo. Allí podrás conocer cuán mortales fueron tus heridas,
que ninguna medicina habría podido curar, si no la de la sangre del Hijo de
Dios. Si miras bien, podrás darte cuenta de cuán grandes son tu dignidad humana
y tu valor… En ningún otro lugar el hombre puede darse cuenta mejor de cuánto
vale, que mirándose en el espejo de la cruz”
10.- Modelo
de predicadores: Que Antonio de Padua, tan venerado por los fieles, interceda
por la Iglesia entera, y sobre todo por aquellos que se dedican a la
predicación. Que estos, tomando inspiración de su ejemplo, procuren unir la
doctrina sana y sólida, la piedad sincera y fervorosa, la incisividad de la
comunicación.
En este Año
Sacerdotal, oremos para que los sacerdotes y los diáconos lleven a cabo con
solicitud este ministerio de anuncio y actualización de la Palabra de Dios a
los fieles, sobre todo a través de las homilías litúrgicas. Que éstas sean una
presentación eficaz de la eterna belleza de Cristo, precisamente como
recomendaba san Antonio: “Si predicas a Jesús, él ablanda los corazones duros;
si le invocas, endulza las amargas tentaciones: si piensas en él, te ilumina el
corazón; si le lees, te sacia la mente”.
fuente: http://sacristania.com/
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