ESPECIAL DEVOCIÓN DE LOS SIETE
DOMINGOS A SAN JOSÉ
Oración inicial para
cada domingo
Dios y Señor mío, en quien creo y espero y a quien amo sobre todas las cosas; al pensar en lo mucho que habéis hecho por mí y lo ingrato que he sido a vuestros favores, mi corazón se confunde y me obliga a exclamar: Piedad, Señor, para este hijo rebelde, perdonadle sus extravíos, que le pesa de haberos ofendido, y desea antes morir que volver a pecar. Confieso que soy indigno de esta gracia, pero os lo pido por los méritos de vuestro Padre nutricio, San José… Vos, glorioso Abogado mío, recibidme bajo vuestra protección y dadme el favor necesario para emplear bien este rato en obsequio vuestro y utilidad de mi alma. Amén. Jesús, María y José.
*QUINTO
DOMINGO
Examinad seriamente, en presencia de Dios, si en vuestro
corazón hay algún ídolo que ocupe el lugar de Jesús, y rogad a San José que os
ayude a echarlo lejos ofreciendo la comunión a este fin. Aplicad la indulgencia
por el descanso eterno de los misioneros difuntos que han llevado el culto de
San José a los países infieles.
MEDITACION QUINTO DOMINGO
Sobre los dolores y
gozos de San José en la huida a Egipto.
1. La predicción del santo anciano
Simeón no tardó en cumplirse. Apenas habían transcurrido algunos días desde la
presentación del Salvador al Templo, cuando San José recibe de boca de un ángel
la orden de huir a Egipto para sustraer al divino Niño del furor de Herodes.
Era en la estación más rigurosa, el viaje muy largo y lleno de peligros, VIAN
SILVESTRENM, OBSCURAM ET INHABITATAN, dice San Buenaventura.
La pobreza de José y el peligro del menor retardo no le
permitieron procurarse las cosas más indispensables. María entonces contaba la
edad de unos diez y seis años y Jesús algunas semanas. Solo Dios sabe lo que
tuvieron que sufrir durante este largo y penoso viaje. ¿Por qué no es dado,
exclama el piadoso Ludolfo de Sajonia, penetrar el profundo silencio de la
Escritura y conocer detalladamente las privaciones de la Santa Familia? Tal vez
descubriríamos para consuelo de los indigentes, que a menudo no tenía un bocado
de pan para matar el hambre, ni un poco de agua para apagar la sed.
Después de dos meses de largo viaje los Augustos peregrinos
llegaban por fin a la tierra del desierto. ¡Qué suplicio para el corazón de
José tan encendido de amor por Jesús al tener que habitar en medio de un pueblo
infiel que miraba con desprecio a los israelitas y prodigaba a viles criaturas,
los homenajes y las adoraciones debidas tan solo al verdadero Dios! Y luego,
¡qué dolor tan intenso para el hijo de David, el ver que a su pueblo, ese pueblo
en el que reinaron sus antepasados, privado de repente de este tesoro por el
cual había tanto tiempo suspirado.
2. Sin embargo el Señor procuro a su
siervo un gran consuelo. Apenas el niño Jesús hubo penetrado en tierra de
Egipto, los demonios adorados desde tantos siglos en aquel país infiel,
sintieron la presencia del que venía a destruir su imperio. Sobrecogidos de
espanto huyeron en presencia del hijo de María cuya omnipotente virtud les hacía
presentir al Hijo del Eterno, los oráculos enmudecieron, los dioses guardaron
silencio forzado, y sus vanos simulacros vaciando en sus altares de mármol o de
oro, cayeron hechos pedazos sobre el pavimento del templo, rindieron homenaje
al verdadero Dios, a quien solo son debidas las adoraciones que a ellos le
tributan.
José experimentó también, durante su estancia en Egipto, una
alegría muy grande para su corazón, cuando oyó el Verbo encarnado pronunciar su
primera palabra. ¡Ah! ¡Quién podrá expresar lo que paso en su alma al oír a
Jesús llamarle su Padre, acompañando este dulce nombre de tiernas caricias que
por parte de Jesús fueran favores divinos, testimonios razonados no solamente
del amor de un niño para con su padre sino del amor de un Dios para con el más
puro de todos los hombres.
Tal vez esta primera palabra del Verbo fue unida a esa gracia
poderosa que pobló el Egipto de Santos, y que hizo de aquellos desiertos una
escuela de virtud, donde las almas de selección fueron a ponerse al abrigo de
las persecuciones de los tiranos y de la corrupción del mundo.
EJEMPLO
QUINTO DOMINGO.
Un miembro de la Sociedad de San Vicente de Paul escribe lo
siguiente: Visitaba yo, en nombre de la Conferencia de San Vicente de Paul de
nuestra ciudad, a una pobre familia muy desgraciada compuesta de padre, madre y
cinco niños. El padre se hallaba enfermo en el hospital; el más pequeño de los
niños padecía también una enfermedad gravísima cuyos progresos hacía presagiar
una muerte próxima.
Tenía el semblante pálido, demacrado, descompuesto, y su
estado general de consunción era tan extraordinario, que bien podría decirse
que el pobre niño, más que persona humana, parecía un esqueleto vivo. El médico
al ver aquella situación 57 extrema, hubo de decir a la buena mujer estas
palabras tan triste como dolorosas para una madre: Vuestro hijo va a morir, es
inútil prescribir remedio, su curación es imposible. “Lo que es imposible al hombre
no les es a Dios”.
La desconsolada madre,
al oír el pronóstico del médico se puso a llorar, pero de repente un destello
de esperanza vino a iluminar su espíritu, y volvió a infundirle un poco de
valor. Recordó que ya había dado a uno de sus hijos algunas semanas antes, un
opúsculo intitulado: DEVOCIÓN DE LOS SIETE DOMINGOS CONSAGRADOS A SAN JOSÉ;
este pequeño libro ella lo había leído y releído ya varias veces: los rasgos de
protección de San José que contenía, acudieron a su memoria, se sintió súbitamente
animada de la más viva confianza y dirigiéndose a sus hijos, les dijo que era
necesaria empezar desde luego una novena a San José, para pedirle la curación
de Pablo (éste era el nombre del niño enfermo).
San José no hizo esperar mucho tiempo la curación solicitada
por medio de súplicas y oraciones tan llenas de confianza en él. Al fin de la
novena el niño enfermo empezó a recobrar las perdidas fuerzas y el apetito,
siguiendo siempre en mejoría de tal suerte que al cabo de quince días o de tres
semanas a lo más, su curación fue completa, continuando en perfecto estado de
salud y con notable robustez. A la edad de cinco años entró a la escuela de los
Hermanos de la Doctrina Cristiana. Esta maravilla tuvo lugar en el día de
Pascua, y fue presagio de una inteligencia precoz en aquel año.
QUINTO
DOLOR Y GOZO
(Para cada domingo)
¡Oh custodio vigilante
del Hijo de Dios humanado! Me compadezco de lo mucho que padeciste en la huida
a Egipto, de las grandes fatigas de aquella larga peregrinación y de lo que te
costó el poder atender a la subsistencia de la Sagrada Familia en el destierro;
pero me gozo de tu alegría al ver caer los ídolos por el suelo cuando el
Salvador entraba en Egipto. Por este dolor y gozo te pido nos alcances que
huyendo de las ocasiones de pecar, veamos caer los dolos de los afectos
terrenos y no vivamos sino para Jesús y María, hasta ofrecerle nuestro último
suspiro. Padre
Nuestro y Avemaría y Gloria
ANTIFONA.
Tenía Jesús al empezar su vida pública cerca de treinta años
y aún se le creía hijo de José.
V. ¡Oh San José! Ruega por nosotros.
R. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
ORACIÓN
Oh Dios, que con providencia inefable te dignaste elegir al
bienaventurado San José por esposo de tu Madre te rogamos nos concedas que
merezcamos tener en los cielos por intercesor a quien en la tierra veneramos por
protector, Señor, que vives y reinas por los siglos de los siglos, Amén.
PRIMERA ORACIÓN A SAN JOSÉ
Patrono de la Iglesia Universal
(Para cada domingo)
Castísimo José, esposo de María: me
gozo de veros elevado a tan sublime dignidad y adornado de tan heroicas
virtudes. Por los dulcísimos ósculos y estrechísimos abrazos que diste al
Divino Jesús, os suplico me admitáis en el número de vuestros siervos. Proteged
a las vírgenes y alcanzadnos a todos la gracia de conservar la pureza de cuerpo
y de alma.
Amparad a los pobres y a los
afligidos por la pobreza y amargas angustias que padecisteis en compañía de
Jesús y María en Belén, Egipto y Nazaret; y haced que sufriendo con paciencia
nuestros trabajos, merezcamos el eterno descanso.
Sed protector de los pobres y esposos para que
vivan en paz y eduquen en el Santo temor de Dios a sus hijos. Dad a los
sacerdotes las virtudes que corresponden a su estado para tratar dignamente el
Cuerpo de Jesús Sacramentado. A los que viven en comunidad inspiradles amor a
la observancia religiosa. A los moribundos asistidlos en aquel trance supremo,
pues tuviste la dicha de morir en los brazos de Jesús y de María.
Tended vuestra mano protectora a toda
la Iglesia, pues habéis sido declarados por el Vicario de Cristo Patrono de la
Iglesia Universal. Y pues libraste al Hijo de Dios del furor de Herodes libra a
la Iglesia, Esposa tuya, del furor de los impíos y alcanzad que se abrevien los
días malos y vengan la serenidad y la paz. Así sea.
SEGUNDA ORACIÓN A SAN JOSE
Compuesta y escrita por Su Santidad León XIII (Para cada domingo)
A Ti recurrimos en nuestra tribulación,
Bienaventurado José, y después de implorar el socorro de tu Santísima Esposa,
pedimos también confiadamente tu patrocinio por el afecto que te unió con la
Inmaculada Virgen Madre de Dios y por el amor paternal con que trataste al Niño
Jesús, te rogamos nos auxilies para llegar a la posesión de la herencia que
Jesucristo nos conquistó con su sangre, nos asistas con tu poder y nos socorras
en nuestras necesidades.
Proteged, oh prudentísimo Guardián de
la Sagrada Familia, a la raza elegida de Jesucristo; presérvanos, oh Padre
amantísimo, de toda mancha de 86 error y corrupción; muéstratenos propicio y
asístenos de lo alto del Cielo, oh poderosísimo Libertador nuestro, en la
batalla que estamos librando contra el poder de las tinieblas; y así como
libraste al Niño Jesús del peligro de la muerte, defiende ahora a la Santa
Iglesia de Dios contra la acechanza del enemigo y contra toda adversidad.
Concédenos tu perpetua protección a fin de que animados por tu ejemplo y tu
asistencia podamos vivir santamente, piadosamente morir y alcanzar la eterna
beatitud del Cielo. Amén.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Su Santidad León XIII ha concedido una indulgencia de siete años y siete
cuarentenas por cada vez que se rece devotamente esta devoción.
(Decretos de 15 Agosto de 1889 y 21 Septiembre del mismo año)