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SANTORAL LITÚRGICO

El Niño Dios a nacido en Belén

HIMNO A SAN JOSÉ

HIMNO A SAN JOSÉ

Hoy a tus pies, ponemos nuestra vida; Hoy a tus pies, ¡Glorioso San José! Escucha nuestra oración, Y por tu intercesión, Obtendremos, la paz del corazón; En Nazaret, junto a la Virgen Santa, En Nazaret ¡Glorioso San José! Cuidaste al niño Jesús, Pues por tu gran virtud, Fuiste digno custodio de la luz. Con sencillez humilde carpintero; Con sencillez ¡Glorioso San José! Hiciste bien tu labor, obrero del Señor, Ofreciendo, trabajo y oración. Tuviste fe, en Dios y su promesa; Tuviste fe, ¡Glorioso San José! Maestro de oración, alcanzarnos el don, De escuchar, y seguir la voz de Dios:
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miércoles, 22 de enero de 2020

ORACIÓN A SAN JOSÉ POR 30 DÍAS




Oración a San José para recitarla durante 30 días seguidos

Os ofrecemos la oración a San José para recitarla durante 30 días seguidos en honor a los 30 años que, según la piadosa creencia, vivió el Patriarca San José con Jesús y María.

¡Por siempre bendito y glorioso Patriarca San José de la Montaña, amable e indulgente Padre y amigo compasivo de todos los que sufren! Por aquél amargo pesar con que tu corazón fue traspasado cuando consideraste los sufrimientos del salvador Infante y en profética visión contemplaste su más ignominiosa pasión y muerte, te suplico tengas piedad de mi pobreza y necesidad; aconséjame en mis dudas y consuélame en todas mis ansiedades.

Tu eres el buen Padre y Protector de los huérfanos, el abogado de los indefensos y el
Patrón de los están en necesidad y desconsuelo. No desatiendas, pues, la súplica de tu devoto; mis pecados han traído sobre mí la justa indignación de mi Dios y por eso estoy rodeado de aflicciones.

A ti, ¡Oh amoroso protector de la pobre y humilde familia de Nazaret; a ti recurro pidiendo amparo y protección! Óyeme, pues, y atiende con la solicitud de un padre la ardiente súplica de un hijo y obtenedme el objeto de mi deseo.

Te lo pido:
Por la infinita misericordia del Eterno Hijo de Dios que lo indujo a tomar nuestra naturaleza y nacer en este valle de lágrimas.
Por aquel dolor y aflicción que inundó tu corazón cuando ignorando el misterio obrado en tu Inmaculada Esposa, resolviste separarte de Ella.
Por aquel cansancio, solicitud y sufrimiento que padeciste cuando buscabas en vano un lugar en Belén para que diese a luz la Santa Virgen y no hallándolo te viste en la necesidad de buscar un establo donde naciese el Redentor del mundo.

Por el dolor que tuviste al presenciar el doloroso derramamiento de la preciosa sangre en la circuncisión.
Por la dulzura y poder del sagrado nombre de Jesús que impusiste al adorado infante.
Por esa mortal angustia que experimentaste al oír la profecía del Santo Simeón en que anunciaba que el Niño Jesús, y su Santísima Madre serían las futuras víctimas de su grandísimo amor por nosotros pecadores.

Por el dolor y aflicción que inundó tu alma cuando el ángel te declaró que sus enemigos buscaban al Niño Jesús para matarle, viéndote obligado a huir a Egipto con él y con su Madre Santísima.

Te lo pido:
Por todas las penas, fatigas y trabajos que padeciste en este tan largo y penoso viaje.
Por todos los dolores que sufriste en Egipto en algunas ocasiones cuando, a pesar de tu trabajo, no podías proporcionar alimentos a tu pobre familia por todos los cuidados en preservar al Divino Niño y a su Inmaculada Madre, durante el segundo viaje, cuando recibiste la orden de volver a tu a país natal.

Por la vida tan pacífica que tuviste en Nazaret mezclada de tantos gozos y dolores.
Por tu extrema aflicción en estar tres días privado de la compañía del Niño adorable.
Por el gozo que tuviste, cuando lo hallaste en el templo, y por la inexplicable consolación que sentías en la casita de Nazaret, viviendo con el Divino Niño.
Por aquella maravillosa sumisión en estar sujeto a tu voluntad.
Por aquel dolor que sentías continuamente acordándote de todo lo que el Niño Jesús había de padecer cuando tú no estuvieses a su lado.

Por aquella contemplación en que considerabas que aquellos pies y manos, ahora tan activos en servirte, estarían un día agujereados por crueles clavos; aquella cabeza, que descansaba apaciblemente sobre tu pecho, habría de ser coronada de agudas espinas; ese delicado cuerpo, que tiernamente sostenías en tu regazo y lo estrechabas contra tu corazón, sería azotado, maltratado y clavado en una cruz.

Te lo pido:
Por ese heroico sacrificio de tu voluntad y mejores afectos, por el cual ofreciste al eterno Padre el último y terrible instante en que el Hombre-Dios había de expirar por nuestra salvación.
Por el perfecto amor y conformidad con que recibiste la divina ordenación de partir de este mundo de la compañía de Jesús y María.
Por la grandísima alegría que inundó tu alma cuando el Redentor del mundo triunfando de la muerte y del infierno, entró en la posesión de su reino conduciéndote a ti a la gloria, con especiales honores.
Por la gloriosa Asunción de María Santísima y por aquella inefable bienaventuranza que a Ella le derivará eternamente de la presencia de Dios.
¡Oh amabilísimo Padre! Te suplico por todos los sufrimientos, aflicciones y alegrías que me oigas y me obtengas el favor de mis ardientes súplicas.

(Aquí se pide el favor que se desea alcanzar)

Te lo suplico además, en favor de todos aquellos que se encomiendan a mis oraciones para que les concedas lo que más les convenga según los designios de Dios.
Finalmente, mi amado protector y padre San José de la Montaña, sednos propicio en los últimos instantes de nuestra vida, para que podamos cantar eternamente vuestras alabanzas juntamente con las de Jesús y María. Amén.