CARTA DE SAN POLICARPO DE
ESMIRNA
A LOS FILIPENSES
Saludo
Policarpo y los presbíteros
que están con él, a la Iglesia de Dios que habita como extranjera en Filipos:
que la misericordia y la paz les sean dadas en plenitud por Dios todopoderoso y
Jesucristo nuestro Salvador. (Sobre el tema de la "Iglesia de Dios"
que habita como extranjera" [o peregrina; paroiken], ver Gn 12,10; 17,10;
Lc 24,28; Ef 2,19; Hb 11,9-10.13-16; 13,14; 1 P 2,11; Judas 2. Ver asimismo el
saludo de la Primera carta de Clemente a los Corintios y la Ep. a Diogneto 5 y
6.)
La
fe en Jesucristo
Me alegré mucho con ustedes,
en nuestro Señor Jesucristo, cuando recibieron a las imágenes de la verdadera
caridad, y acompañaron, como debían hacerlo, a aquellos que estaban encadenados
por ataduras dignas de los santos, que son las diademas de quienes han sido
verdaderamente elegidos por Dios nuestro Señor. (Las diademas de los santos son
las cadenas, sufrimientos y persecuciones que sufren por confesar su fe en
Jesucristo. Ver Ignacio de Antioquía, Ep. a los Efesios 11,2.) 2 Y me alegré de
que la raíz vigorosa de su fe, de la que se habla desde tiempos antiguos,
permanece hasta ahora y da frutos en nuestro Señor Jesucristo, que aceptó por
nuestros pecados llegar hasta la muerte; y Dios lo resucitó librándolo de los
sufrimientos del infierno. (Hch 2,24. Los pasajes subrayados indican una cita
más literal de un texto de la Escritura. Pero el lector no debería centrar su
atención solamente en las palabras subrayadas, sino más bien en todo el
conjunto dentro del cual se inserta el pasaje, y su resonancia particularmente
con las epístolas del NT.) 3 Sin verlo, ustedes creen en él, con un gozo
inefable y glorioso (1 P 1,8) al cual muchos desean llegar, y ustedes saben que
han sido salvados por gracia, no por sus obras, sino por la voluntad de Dios
por Jesucristo (Ef 2,5.8-9).
Por tanto, cíñanse sus
cinturas y sirvan a Dios en el temor y la verdad (1 P 1,13; ver Sal 2,11)
dejando a un lado las palabras falsas y el error de la multitud, creyendo en
Aquel que ha resucitado a nuestro Señor Jesucristo de entre los muertos, y le
ha dado la gloria (1 P 1,21), y un trono a su derecha. (Aquí el vocablo
multitud se refiere evidentemente a los no cristianos, particularmente a la
multitud de los paganos, a los que Policarpo asocia los herejes con sus vanas
especulaciones seductoras. (Ver 1 Tm 1,6; Tito 3,9.) A él le esta todo
sometido, en el cielo y sobre la tierra (ver Flp 2,10; 3,21); a él le obedece
todo lo que respira, él vendrá a juzgar a vivos y muertos (Hch 10,42), y Dios
pedirá cuenta de su sangre a quienes no aceptan creer en él. 2 Aquel que lo ha
resucitado de entre los muertos, también nos resucitara a nosotros (2 Co 4,14),
si hacemos su voluntad y caminamos en sus mandamientos, y si amamos lo que él
amó, absteniéndonos de toda injusticia, arrogancia, amor al dinero,
murmuración, falso testimonio, no devolviendo mal por mal, injuria por injuria
(1 P 3,9), golpe por golpe, maldición por maldición, 3 acordándonos de lo que
nos ha enseñado el Señor, que dice: "No juzguen, para no ser juzgados;
perdonen y se les perdonara; hagan misericordia para recibir misericordia; la
medida con que midan se usara también con ustedes, y bienaventurados los pobres
y los que son perseguidos por la justicia, porque de ellos es el reino de Dios.
"(Policarpo combina varias reminiscencias evangélicas, si es que se puede
hablar así: Mt 7,1; Lc 6,37; Mt 5,7; Lc 6,38; Mt 5,3.10; Lc 6,20.)"
Fe,
esperanza y caridad
No es por mí mismo,
hermanos, que les escribo esto sobre la justicia, sino porque ustedes primero
me invitaron. 2 Porque ni yo, ni otro como yo, podemos acercarnos a la
sabiduría del bienaventurado y glorioso Pablo, que estando entre ustedes,
hablándoles cara a cara a los hombres de entonces (sobre el asunto de la
predicación de Pablo en Filipos, ver Hch 16,12-40), enseñó con exactitud y con
fuerza la palabra de verdad, y luego de su partida les escribió una carta; si
la estudian atentamente podrán crecer en la fe que les ha sido dada; 3 ella es
la madre de todos nosotros, seguida de la esperanza y precedida del amor por
Dios, por Cristo y por el prójimo. El que permanece en estas virtudes ha
cumplido los mandamientos de la justicia; pues el que tiene la caridad esta
lejos de todo pecado. (No debe leerse este pasaje como si Policarpo
estableciese una relación teológica entre las virtudes teologales, más bien
apunta a poner de relieve su dignidad; ver 1 Co 13,14.)
Que
todos lleven una vida digna de la fe que profesan
El principio de todos los
males es el amor al dinero. (Ver 1 Tm 6,10. La reacción fuerte de Policarpo
contra la avaricia, como un vicio totalmente opuesto al espíritu del Evangelio,
es uno de los temas principales de la carta. Puede tomarse como punto de
partida para una reflexión sobre la cuestión en la Iglesia de nuestros días.)
Sabiendo, por tanto, que nada hemos traído al mundo y que no nos podremos
llevar nada (1 Tm 6,7), revistámonos con las armas de la justicia (ver 2 Co 6,7),
y aprendamos primero nosotros mismos a caminar en los mandamientos del Señor.
Después, enseñen a sus
mujeres a caminar en la fe que les ha sido dada, en la caridad, en la pureza, a
amar a sus maridos con toda fidelidad, a amar a todos los otros igualmente con
toda castidad y a educar a sus hijos en el conocimiento del temor de Dios. (El
párrafo entero parece inspirarse en ciertas exhortaciones paulinas; ver Ef
5,21; 6,4; Col 3,18, entre otras. Ver asimismo la Primera carta de Clemente a
los Corintios 1,3; 21,6ss.)
Que las viudas sean sabias
en la fe del Señor, que intercedan sin cesar por todos, que estén lejos de toda
calumnia, murmuración, falso testimonio, amor al dinero y de todo mal; sabiendo
que son el altar de Dios, que al examinar todo y que nada se le oculta de
nuestros pensamientos, de nuestros sentimientos, de los secretos de nuestro
corazón (ver 1 Co 14,25). (Para el tema de las viudas en la Iglesia primitiva
ver 1 Tm 5,13-16; Tito 2,3-4; Tertuliano llegar a decir que ellas son "aram
Dei mundam", Ad uxorem 1,7.)
Sabiendo que de Dios nadie
se burla (Ga 6,7), debemos caminar de una forma digna de sus mandamientos y de
su gloria.
Igualmente que los diáconos
sean irreprochables delante de su justicia, como servidores de Dios y de
Cristo, y no de los hombres: ni calumnia, ni doblez, ni amor al dinero; sino
castos en todas las cosas, misericordiosos, solícitos, caminando según la
verdad del Señor que se ha hecho el servidor de todos. (Para los diáconos, ver
1 Tm 3,8-13. Sobre Cristo servidor de todos, ver Mt 20,28. Ignacio de Antioquía
se refiere a menudo a los diáconos en sus cartas [ver Magn. 6,1; Trall. 2,3;
Esmir. 10,1].) Si le somos agradables en el tiempo presente, Él nos dará a
cambio el tiempo venidero, puesto que nos ha prometido resucitarnos de entre
los muertos y que, si nuestra conducta es digna de Él, también reinaremos con
Él (2 Tm 2,12), si al menos tenemos fe.
Del mismo modo, que los
jóvenes sean irreprochables en todo, velando ante todo por la pureza,
refrenando todo mal que esté en ellos. Porque es bueno cortar los deseos de
este mundo, pues todos los deseos combaten contra el espíritu (ver 1 P 2,11), y
ni los fornicadores, ni los afeminados, ni los sodomitas tendrán parte en el
reino de Dios (ver 1 Col 6,9-10), ni aquellos que hacen el mal. Por eso deben
abstenerse de todo esto y estar sometidos a los presbíteros y a los diáconos
como a Dios y a Cristo. (Sobre el tema de la obediencia a los presbíteros [los
ancianos], ver 1 P 5,5; Ignacio de Antioquía, Ep. a los Trall. 3,2.)
Las vírgenes deben caminar
con una conciencia irreprensible y pura.
Los
presbíteros
También los presbíteros
deben ser misericordiosos, compasivos con todos; que devuelvan al recto camino
a los descarriados, que visiten a todos los enfermos, sin olvidar a la viuda,
al huérfano, al pobre, sino pensando siempre en hacer el bien delante de Dios y
de los hombres. (Ver Pr 3,4; Rm 12,17; 2 Co 8,21. La teología pastoral-moral
que expone Policarpo tiene mucha similitud con la que hallamos en 1 Tm 3,2-7;
Tito 1,6-9, e Ignacio de Antioquía, Ep. a Policarpo 4-5.) Que se abstengan de
toda cólera, acepción de personas, juicio injusto; que estén alejados del amor
al dinero, que no piensen mal rápidamente de alguien, que no sean duros en sus
juicios, sabiendo que todos somos deudores del pecado.
Si pedimos al Señor que nos
perdone, también nosotros debemos perdonar, pues estamos ante los ojos de
nuestro Señor y Dios, y todos deberemos comparecer ante el tribunal de Cristo,
y cada uno deberá dar cuenta de sí mismo (ver Rm 14,10-12).
Por tanto, sirvámosle con
temor y mucha circunspección, conforme él nos lo ha mandado, al igual que los
apóstoles que nos han predicado el Evangelio y los profetas que nos anunciaron
la venida de nuestro Señor. Seamos celosos para lo bueno, evitemos los
escándalos, los falsos hermanos y los que llevan con hipocresía el nombre del
Señor, haciendo errar a los cabezas huecas [kenoys anthrópoys, literalmente:
hombres vacíos].
Advertencia
contra el docetismo
Todo, en efecto, el que no
confiesa que Jesucristo vino en la carne es un anticristo, y el que no acepta
el testimonio de la cruz es del diablo, y el que tergiversa las palabras del
Señor según sus propios deseos y niega la resurrección y el juicio, ése es el
primogénito de Satanás. (Ver 1 Jn 4,2-3. Los docetistas negaban la realidad de
la carne de Cristo; por tanto, no admitían su pasión y resurrección, haciendo
así vano el testimonio de la cruz [ver 1 Jn 5,6-8; Jn 19-20; Ignacio de
Antioquía, Mag. 11; Trall. 9-11; Esmir. 1-7].)
Por eso, abandonemos los
vanos discursos de las multitudes y las falsas doctrinas, y volvamos a la
enseñanza que nos ha sido transmitida desde el principio. Permaneciendo sobrios
para la oración (ver 1 P 4,7), constantes en los ayunos, suplicando en nuestras
oraciones a Dios, que lo ve todo, que no nos introduzca en la tentación (Mt
6,13), pues el Señor ha dicho: El espíritu esta dispuesto, pero la carne es
débil (Mt 26,41).
Esperanza
y paciencia
Perseveremos constantemente
en nuestra esperanza (Cristo nuestra esperanza: ver 1 Tm 1,1; Col 1,27; Ignacio
de Antioquía, Ef. 1,2; 21,2; Mag. 11; Flp. 11,2.) y en las primicias de nuestra
justicia, que es Jesucristo, que llevó al madero nuestros pecados en su propio
cuerpo (ver 1 P 2,24), él, que no había cometido pecado, en quien no se había
encontrado falsedad en su boca (1 P 2,22). Pero por nosotros, para que nosotros
viviéramos en él, lo soportó todo.
Seamos, pues, los imitadores
de su paciencia, y si sufrimos por su nombre, glorifiquémoslo. Porque éste es
el ejemplo que él nos ha dado en sí mismo, y esto es lo que nosotros hemos
creído (ver 1 P 4,16; 2,21).
Los exhorto a todos a
obedecer a la palabra de justicia, y a perseverar con toda paciencia, la que
han visto con sus ojos no sólo en los bienaventurados Ignacio, Zósimo y Rufo,
sino también en otros de entre ustedes, en Pablo mismo y en los demás
apóstoles. 2 Convencidos de que todos éstos no han corrido en vano (Ga 2,2; Flp
2,16), sino en la fe y la justicia, y que están en el lugar que les corresponde
junto al Señor con los que han sufrido. Ellos no amaron este siglo presente
(ver 2 Tm 4,10), sino a aquel que murió por nosotros y que Dios resucitó por
nosotros.
Caridad
fraterna
(A partir de este capítulo
no tenemos el texto griego de la carta, sino una antigua versión latina)
Permanezcan, por tanto, en
estos (sentimientos) e imiten el ejemplo del Señor, firmes e inconmovibles en
la fe, amando a los hermanos, amándose unos a otros, unidos en la verdad,
teniéndose paciencia unos a otros con la mansedumbre del Señor, no despreciando
a nadie. (En este párrafo [X,1] Policarpo combina varios pasajes del NT: Col
1,23; 1 Co 15,58; 1 P 2,17; 3,8; 5,9; Jn 13,34; Rm 13,8.)
Cuando puedan hacer el bien,
no lo posterguen, pues la limosna libera de la muerte (Tb. 12,9). Todos ustedes
estén sometidos los unos a los otros, teniendo una conducta irreprensible entre
los paganos, para que por sus buenas obras (también) reciban la alabanza y el
Señor no sea blasfemado por causa de ustedes (ver 1 P 2,12). 3 Pero pobre de
aquel por quien sea blasfemado el nombre del Señor (ver Is 52,5). Enseñen,
pues, a todos la sobriedad en la que viven ustedes mismos. (Sobriedad
[sobrietas, s"phrosynŠ]: comprende también la salud espiritual, el sentido
común y la moderación, junto con el control de los sentidos, la templanza y la
castidad. Ver Rm 12,3; 1 Tm 2,9.15 [s"phrosynŠ unida a la fe, caridad y
santidad]. Ver asimismo Ignacio de Antioquía, Ef. 10,3 [la une a la pureza].)
El
caso de Valente
(De este presbítero sólo
conocemos aquello que nos dice Policarpo: arrastrado por la avaricia, el amor
al dinero, se vio envuelto en una falta grave que le significó la destitución
de su ministerio. Sobre la avaricia como una forma de idolatría y una suerte de
impureza, ver Ef 5,5; Col 3,5)
Estoy muy apenado por
Valente, que fue presbítero por algún tiempo entre ustedes, (al ver) que ignora
hasta tal punto el cargo que se le había dado. Por tanto, les advierto que se
abstengan de la avaricia y que sean castos y veraces. Absténganse de todo mal.
2 Quien no se puede gobernar a sí mismo en esto, ¿cómo puede enseñarlo a los
otros? Si alguno no se abstiene de la avaricia, se dejará manchar por la
idolatría y ser contado entre los paganos que ignoran el juicio del Señor (ver
Jr 5,4). ¿O acaso ignoramos que los santos juzgarán al mundo, como lo enseña
Pablo? (ver 1 Co 6,2).
Yo no oí ni vi nada
semejante en ustedes, entre quienes trabajó el bienaventurado Pablo, ustedes
que están al comienzo de su epístola. (Estas palabras, de las que no tenemos el
texto griego, son poco claras, y de difícil explicación. Se han presentado tres
soluciones: 1) leer evangelio en vez de epístola: los Filipenses son las
primicias de la predicación del evangelio en Grecia [ver Flp 4,15]; 2) a partir
de 2 Co 3,2, comprender que los Filipenses fueron, desde el inicio, la carta de
recomendación de Pablo; 3) suponer una errónea traducción del griego y leer:
"ustedes fueron alabados por Pablo al inicio de la carta que él les
escribió" [ver Flp 1,3-9].) De ustedes, en efecto, él se gloría delante de
todas las iglesias (ver 2 Ts 1,4), las únicas que entonces conocían a Dios,
puesto que nosotros todavía no lo conocíamos. (El evangelio fue predicado en
Esmirna después de la conversión de los Filipenses. La primera mención de
Esmirna, en campo cristiano, la hallamos en Ap 2,8.)
Así, pues, hermanos, estoy
muy triste por él y por su esposa, a ellos les conceda el Señor la penitencia
verdadera (ver 2 Tm 2,25). Ustedes sean sobrios, también en esto, y no los
consideren como a enemigos (ver 2 Ts 3,15), sino que vuelvan a llamarlos como a
miembros sufrientes y extraviados. Haciendo esto se construyen a sí mismos.
(Idéntica actitud hacia los pecadores manifiesta Ignacio de Antioquía, Ef.
10,1-3. Sobre la Iglesia como cuerpo viviente que se construye por medio del
crecimiento de cada uno de sus miembros, ver Ef 4,15-16; Col 2,19; Ignacio de
Antioquía, Esmir. 11.)
Recomendaciones
finales
Confío en que están bien
ejercitados en las santas Escrituras, y que nada ignoran. Yo, por mi parte, no
tengo este don. Ahora (les digo), como esta dicho en las Escrituras: Enójense y
no pequen, y que el sol no se ponga sobre su ira (Sal 4,5; Ef 4,26). Feliz
quien se acuerda. Creo que sucede así con ustedes.
Que Dios, el Padre de
nuestro Señor Jesucristo, y él mismo, el pontífice eterno, el Hijo de Dios,
Jesucristo (ver Hb 6,20; 7,13), los edifiquen en la fe y en la verdad, en toda
mansedumbre, sin cólera, en paciencia y en magnanimidad, en tolerancia y en
castidad. Y les den parte en la herencia de sus santos (ver Col 12,12; Hch
8,21. Los santos son los cristianos. Se trata de un término heredado del AT
[ver, por ejemplo, Ex 19,6], y que aparece con bastante frecuencia en el NT
[ver 1 Co 6,1; 2 Co 1,1; Ef 2,19; 3,8; Flp 4,22]. Junto con hermanos,
creyentes, discípulos, se convertirá en un nombre propio para designar a los
cristianos [ver Ignacio de Antioquía, Magn. 4,1].), y a nosotros con ustedes, y
a todos los que están bajo el cielo, que creen en nuestro Señor Jesucristo y en
su Padre, que lo resucitó de entre los muertos.
Oren por todos los santos.
Oren también por los reyes, por las autoridades y los príncipes, por los que
los persiguen y los odian, y por los enemigos de la cruz (ver Mt 5,44; 1 Tm
2,2; Jn 15,16; 1 Tm 4,15; St 1,4; Col 2,10; Flp 3,18.); de modo que su fruto
sea manifiesto para todos, y ustedes sean perfectos en él.
Un
trozo de la primera carta a los Filipenses
(Del capítulo 13 se conserva
el texto griego merced a Eusebio de Cesárea, HE III,36,14-15. P. N. Harrison,
Polycarp's two Epistles to the Philippians, Cambridge, 1936, separó todo este
capítulo 13, considerándolo una esquela de Policarpo respondiendo a una carta
de los Filipenses. El resto de la actual epístola [caps. 1-12.14] sería una
carta de consejo y exhortación escrita mas tarde [según Harrison mucho m s
tarde]. Tendríamos, por tanto, dos epístolas de Policarpo, las cuales habrían
sido reunidas en una sola ya antes de Eusebio de Cesárea. En la actualidad los
especialistas aceptan la hipótesis de Harrison, pero señalan que la segunda
carta [la "larga"] debe colocarse en una fecha muy próxima a la
primera [la "breve"]).
Ustedes e Ignacio me han
escrito, para que si alguien va a Siria también lleve la carta de ustedes. Lo
haré, si encuentro una ocasión favorable, sea yo mismo, sea aquel que enviaré
para que nos represente. (Ignacio de Antioquía le había pedido a Policarpo que
enviase un mensajero a Antioquía, a fin de llevarles a los cristianos sus
felicitaciones y animándolos [ver Ep. a Policarpo 7,2; 8,1]. La comunidad de
Filipos, según parece, les había escrito a los Antioquenos con idéntica
finalidad. Policarpo responde con esta primera carta.)
Conforme me lo pidieron, les
mandamos las cartas de Ignacio, las que él nos envió y todas las demás que
tenemos entre nosotros. Ellas van unidas a la presente carta, y ustedes podrán
obtener gran provecho; porque ellas contienen fe, paciencia y toda edificación
relacionada con nuestro Señor. Hágannos saber lo que sepan con certeza del
mismo Ignacio y de sus compañeros. ("Les mandamos las cartas de
Ignacio." Esta frase parece indicar que, con mucha probabilidad, muy
pronto se formó un corpus de las cartas de Ignacio. Policarpo no tenía
dificultad en reunir todas las epístolas de Ignacio a las iglesias de Asia.
Esto permite conjeturar que no formaba parte del corpus la carta a los Romanos,
que ha sido transmitida de forma independiente. - Desde "Hágannos
saber..." el texto sólo se conserva en latín. "Ignacio y sus
compañeros" es la traducción de "qui cum eo sunt").
Despedida
(A partir de este capítulo
se retoma el texto, en su versión latina, de la segunda carta. Crescente no es
el secretario de Policarpo, sino el portador de la carta [ver Ignacio de
Antioquía, Rom. 10,1; Filad. 11,2; Esmir. 12,1])
Les escribo esto por
Crescente, a quien recientemente les recomendé y ahora (de nuevo) les
recomiendo. Se ha conducido entre nosotros de forma irreprochable; y creo que
lo hará entre ustedes de la misma manera. También les recomiendo su hermana,
cuando ella llegue entre ustedes. Sean perfectos en el Señor Jesucristo, y en
su gracia con todos los suyos. Amén. (También se podría traducir, esta última
frase, por "Compórtense bien en el Señor Jesucristo" [Incolumes
estote in domino Iesu Christo]).