ESPECIAL DEVOCIÓN DE LOS SIETE
DOMINGOS A SAN JOSÉ
ACTO DE CONTRICIÓN
Oración inicial para
cada domingo
Dios y Señor mío, en quien creo y espero y a quien amo sobre
todas las cosas; al pensar en lo mucho que habéis hecho por mí y lo ingrato que
he sido a vuestros favores, mi corazón se confunde y me obliga a exclamar:
Piedad, Señor, para este hijo rebelde, perdonadle sus extravíos, que le pesa de
haberos ofendido, y desea antes morir que volver a pecar. Confieso que soy
indigno de esta gracia, pero os lo pido por los méritos de vuestro Padre
nutricio, San José… Vos, glorioso Abogado mío, recibidme bajo vuestra
protección y dadme el favor necesario para emplear bien este rato en obsequio
vuestro y utilidad de mi alma. Amén. Jesús, María y José.
SEXTO
DOMINGO
Rogad a San José por las necesidades del Soberano Pontífice y
de la Iglesia, y ofreced la comunión a este intento. Aplicad el fruto de la
indulgencia a los que llevan el nombre de José.
MEDITACIÓN
SEXTO DOMINGO
Sobre los dolores y gozos de San José a su
vuelta de Egipto
1. La residencia de la santa Familia en Egipto duró siete años.
Extranjeros, pobres, faltos de todo socorro, viviendo en medio de un pueblo
idólatra que ignoraba las primeras nociones de la caridad, Jesús, María y José
tuvieron que sufrir muy rudas privaciones. Sin embargo nuestro Santo Patriarca,
resignado a la voluntad del cielo se consolaba viendo al divino Niño crecer en
presencia de Dios y de los hombres.
Tal vez mitigaría las
penas de su acongojado corazón exclamando con el profeta: “Los reyes de la tierra
se han levantado y los príncipes han conspirado juntos contra el Señor y contra
su Cristo. Aquel que vive en los cielos se reirá de ellos y el Señor se
burlará”. Más el Señor fiel a su promesa envía de nuevo su Ángel a José para
anunciarle que el cruel Herodes ha muerto miserablemente y puede sin temor
habitar en tierra de Israel.
A esta nueva tan consoladora, sucedió repentinamente una
inquietud más grande todavía y que turbó por un momento su felicidad; temió ir
a Judea donde reinaba Arquelao hijo de Herodes, cruel y sanguinario como él. No
quiso exponer a Jesús a una nueva persecución. El Cielo aprobó su prudencia y
le inspiró ir a Galilea y habitar en Nazaret. Así es como las almas piadosas
que tienen una gran delicadeza de conciencia, temen todos los días la desgracia
de perder a Jesús.
2. Alentado José por las inspiraciones
del Cielo, dilató su corazón en acción de gracias, valiéndose quizá de las
palabras de David su abuelo, repitió con María el salmo de la restauración o
libertad del pueblo de Israel: IN EXITUS ISRAEL DE EGIPTO. Qué consuelo para
los desterrados, al regresar a su amada patria, recorrer de nuevo aquellos
lugares, llenos de piadosos recuerdos en que pasaron los más hermosos años de
su vida. José era feliz, volviendo a ver aquella tierra de bendición
santificada por el nacimiento, las lágrimas o la sangre del Verbo hecho carne.
Como le tardaban en ir a postrarse en el templo del Señor
para ofrecerle un justo tributo de alabanza y de acción de gracias. Pero Jesús
era aún demasiado joven para hacer todo el viaje a pie y por otra parte, como
había crecido, su peso era superior a las fuerzas de su pobre madre; así es de
creer que José, lo llevaría la mayor parte del camino; pues que la alegría del
regreso a Nazaret y el amor que profesaba al Divino Niño, le haría su peso
dulce y ligero. He aquí el modo de encontrar dulce lo más amargo; hacerlo todo
por amor a Dios.
EJEMPLO
SEXTO DOMINGO
En un convento de la
ciudad de Falalen, provincia de Namur, en Bélgica, había una religiosa inglesa
que tenía muchas sobrinas protestantes. Una de estas fue a visitarla y al verla
su tía tan cariñosa y humilde, pidió a sus amigas rogasen por su sobrina, a fin
de que Dios le concediese la gracia de hacerse católica. Al despedirse le dio
algunas advertencias; más vuelta a Inglaterra, no se acordó ya de lo que su tía
le había dicho.
Sin embargo, la buena religiosa no dejaba de rogar a San
José, por la conversión de su sobrina instando a las demás religiosas que la
ayudasen a alcanzar aquella gracia cuyo fin éstas, juntos con las niñas de las
clases, empezaron la devoción de los SIETE DOMINGOS, en seguida una novena, y
después otra hasta poder conseguir la gracia que tanto anhelaba el corazón; el
bondadoso Patriarca no pudo resistir a tantas súplicas.
Aquella señorita sintiese como impulsada de volver a Bélgica
para visitar a su tía; pidió permiso a su madre y esta se lo concedió. Todas
las religiosas al verla quedaron admiradas, y reconocieron en ello la mediación
de San José. La inglesita parecía tan desconcertada sin saber lo que le pasaba;
y dijo a las religiosas, que solo había venido para ver a su tía.
Se empezó de nuevo la advocación de los SIETE DOMINGOS, con
la resolución de hacer violencia al Corazón de Jesús por medio del santo Patrón
de Bélgica, el Virginal Esposo de María, a fin de salvar un alma. Al cabo de
cinco semanas volvió a ver a su tía; pero continuaba triste y pensativa, sin
fijeza en sus ideas; y creyéndose enferma sin estarlo, 65 resolvió marcharse.
Las religiosas, al
entrar en las clases, dijeron a las niñas: “Vuestras súplicas tienen poco
valimento, pues que la inglesita seguirá siendo protestante”. Setenta y tres
voces pueriles respondieron acordes: “Sí, ella será bautizada, San José
bendecirá nuestros esfuerzos”.
Al día siguiente empezose una novena con fervor la cual
debían concluir el mismo día que los SIETE DOMINGOS. El lunes vino la joven a
despedirse de su tía y de las demás Religiosas; pero en su interior había un
combate entre la gracia y la alegría, que no le dejaban un momento de reposo.
Por fin venció la gracia, y no pudiendo resistir más
impulsos, se presentó otra vez a su tía, diciendo que quería volver a la fe de
sus antepasados. Al decir esto, se leía en su rostro la grande alegría de que
estaba poseída. El domingo siguiente concluían los SIETE DOMINGOS y la novena y
el viernes anterior recibía la inglesita el santo bautismo. Gloria sea dada a
Dios, que por intercesión de San José acogió aquella oveja separada de rebaño
del buen Pastor y premió la fe y la confianza de aquellas buenas religiosas y
sencillas niñas.
SEXTO
DOLOR Y GOZO
(Para cada domingo)
¡Oh glorioso San José,
ángel de la tierra que viste con admiración al Rey del Cielo sujeto a tus
disposiciones! Si tu consuelo, al volverte de Egipto, fue alterado con el temor
al Rey Arqué lao, tranquilizado después por el Ángel viviste alegre con Jesús y
María en Nazaret. Por este dolor, y gozo alcánzanos a tus devotos que, libre
nuestro corazón de temores nocivos, gocemos de tranquilidad de conciencia,
vivamos seguros con Jesús y María y muramos teniéndolos a nuestro lado.
Padre Nuestro y
Avemaría y Gloria
ANTÍFONA.
Tenía Jesús al empezar su vida pública cerca de treinta años
y aún se le creía hijo de José.
V. ¡Oh San José! Ruega por nosotros.
R. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
ORACIÓN
Oh Dios, que con providencia inefable te dignaste elegir al
bienaventurado San José por esposo de tu Madre te rogamos nos concedas que
merezcamos tener en los cielos por intercesor a quien en la tierra veneramos
por protector, Señor, que vives y reinas por los siglos de los siglos, Amén.
PRIMERA ORACIÓN A SAN JOSÉ
Patrono de la Iglesia Universal
(Para cada domingo)
Castísimo José, esposo de María: me
gozo de veros elevado a tan sublime dignidad y adornado de tan heroicas
virtudes. Por los dulcísimos ósculos y estrechisimos abrazos que diste al
Divino Jesús, os suplico me admitáis en el número de vuestros siervos. Proteged
a las vírgenes y alcanzadnos a todos la gracia de conservar la pureza de cuerpo
y de alma.
Amparad a los pobres y a los
afligidos por la pobreza y amargas angustias que padecisteis en compañía de
Jesús y María en Belén, Egipto y Nazaret; y haced que sufriendo con paciencia
nuestros trabajos, merezcamos el eterno descanso.
Sed protector de los pobres y esposos para que
vivan en paz y eduquen en el Santo temor de Dios a sus hijos. Dad a los
sacerdotes las virtudes que corresponden a su estado para tratar dignamente el
Cuerpo de Jesús Sacramentado. A los que viven en comunidad inspiradles amor a
la observancia religiosa. A los moribundos asistidlos en aquel trance supremo,
pues tuviste la dicha de morir en los brazos de Jesús y de María.
Tended vuestra mano protectora a toda
la Iglesia, pues habéis sido declarados por el Vicario de Cristo Patrono de la
Iglesia Universal. Y pues libraste al Hijo de Dios del furor de Herodes libra a
la Iglesia, Esposa tuya, del furor de los impíos y alcanzad que se abrevien los
días malos y vengan la serenidad y la paz. Así sea.
SEGUNDA ORACIÓN A SAN JOSÉ
Compuesta y escrita por Su Santidad León XIII (Para cada domingo)
A Ti recurrimos en nuestra tribulación,
Bienaventurado José, y después de implorar el socorro de tu Santísima Esposa,
pedimos también confiadamente tu patrocinio por el afecto que te unió con la
Inmaculada Virgen Madre de Dios y por el amor paternal con que trataste al Niño
Jesús, te rogamos nos auxilies para llegar a la posesión de la herencia que
Jesucristo nos conquistó con su sangre, nos asistas con tu poder y nos socorras
en nuestras necesidades.
Proteged, oh prudentísimo Guardián de
la Sagrada Familia, a la raza elegida de Jesucristo; presérvanos, oh Padre
amantísimo, de toda mancha de 86 error y corrupción; muéstratenos propicio y
asístenos de lo alto del Cielo, oh poderosísimo Libertador nuestro, en la
batalla que estamos librando contra el poder de las tinieblas; y así como
libraste al Niño Jesús del peligro de la muerte, defiende ahora a la Santa
Iglesia de Dios contra la acechanza del enemigo y contra toda adversidad.
Concédenos tu perpetua protección a fin de que animados por tu ejemplo y tu
asistencia podamos vivir santamente, piadosamente morir y alcanzar la eterna
beatitud del Cielo. Amén.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Su Santidad León XIII ha concedido una indulgencia de siete años y siete
cuarentenas por cada vez que se rece devotamente esta devoción.
(Decretos de 15 Agosto de 1889 y 21 Septiembre del mismo año)