LOS SIETE DOMINGOS A SAN JOSÉ
Se rezan durante siete
domingos consecutivos. Es conveniente comulgar cada domingo o por lo menos en
el último. Para ganar las indulgencias que les están concedidas no se requiere
fórmula especial.
El Papa Gregorio XVI
fomentó la devoción de los siete domingos concediéndole muchas indulgencias;
pero S. S. Pío IX les dio actualidad perenne no sólo con las indulgencias
plenarias aplicables a los fíeles difuntos, sino con la manifestación de su
deseo de que se acudiera a San José por medio de ellos, para aliviar la
entonces aflictivo situación de la Iglesia universal. La devoción de los siete
domingos ha obrado estupendos milagros en favor de quienes la practican. En
materia de vocación dejan en el alma una paz singular y encienden una luz que
disipa toda duda.
Por
la señal, etc.
PRIMER DOMINGO
Consideración sobre el 1er. dolor y gozo:
1.
Dudas de San José
2.
Gozo en la Manifestación del Misterio
1. En la plenitud de los
tiempos realizó Dios el inefable misterio de la Encarnación de su Verbo divino.
El prodigio se obró en el seno purísimo de María, Esposa de José; pero sin
tener conocimiento de ello el Santo Patriarca. Este prodigio, como era natural,
causó una grande turbación en el corazón de San José, quien conocía la pureza,
la inocencia y el candor de su Santísima Esposa. El hecho fue para el corazón
de San José desconcertante.
Para librarla de aquella
situación embarazosa deliberó sobre la conveniencia de abandonar a su divina
Esposa, dejando todo en manos de la Divina Providencia. El peso que sintió
sobre sus hombros fue enorme y solamente su confianza, pudo sostenerlo.
2. Esta confianza en la
Providencia lo hizo entregarse plácidamente al sueño, sin mayor turbación.
Entonces el ángel del Señor se le apareció y le dijo: "José, hijo de
David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que se ha engendrado en
su seno es obra del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás
por nombre Jesús; pues El salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt.
1,20-21)
No hay palabra humana para
describir la alegría inmensa que inundó el corazón de San José al serle
revelado este misterio tan añorado por el pueblo de Dios. Entonces San José
deslió su alma en una plegaria humilde, fervorosa y llena de agradecimiento.
Se hace la petición.
ORACIÓN
Oh glorioso Patriarca San
José no permitas que la turbación me aniquile, o que el dolor me triture. Para
evitar este agobio te suplico me hagas ver siempre la Providencia de Dios en
todos los acontecimientos de mi vida a fin de que los acepte siempre con
alegría de hijo agradecido. Así sea.
SEGUNDO DOMINGO
Consideraciones sobre el 2do. Dolor y gozo:
1.
Pobreza del Nacimiento de Jesús.
2.
Transformación de la Gruta
1. José acompañado de
María fue a empadronarse a Belén, su tierra natal, para cumplir el decreto de
César Augusto. Encontrándose ya en este lugar, María, que estaba encinta, vio
llegársele la hora de dar a luz.
En estas circunstancias
buscó José un albergue; pero todo empeño fue inútil ya que aparte de ser
pobres, todos los sitios de descanso estaban ya ocupados. Se vio entonces
obligado José a disponer para el nacimiento del Hijo de Dios, un establo
abandonado, gruta que servía de refugio contra la intemperie a los animales.
En esta forma San José
experimentó un profundo dolor al ver que el Señor de los cielos descendía tan
bajo; al contemplar que el que se sienta en un trono de gloria, yacía reclinado
en un pesebre y que sufría los rigores de la estación y experimentaba el frío y
derramaba lágrimas, el que es la alegría de los cielos.
2. Pero un dolor tan agudo
sirvió de molde a la inmensa alegría. Grande, en efecto, fue el gozo que sintió
San José al ver con sus propios ojos al Hijo de Dios hecho hombre. Los ángeles
bajaron del cielo posando sobre luminosas estrellas y cantando en la gruta:
"Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena
voluntad".
Los inocentes y piadosos
pastores llegaron a adorar al Hijo de Dios, reconociéndolo como su divino
Salvador. Los Reyes Magos, guiados por una estrella, llegaron del lejano
oriente para adorar a Jesús como Dios y rendirle vasallaje como a Rey. ¡Cuánto
gozo para el corazón paternal del Señor San José!
Se hace la Petición
ORACIÓN
¡Oh Padre mío, San José!
al verte postrado ante Jesús, te reconozco como el Primer adorador del Verbo
hecho carne. Comunícame tu espíritu de fe, a fin de que la humildad del
Sagrario no mengüe mi firme creencia en la presencia de Jesús en el Santísimo
Sacramento del Altar; sino que, por el contrario, al palpar su anonadamiento,
avive más mi amor hacia tan adorable misterio. Así sea.
TERCER DOMINGO
Consideraciones sobre el 3er. dolor y gozo:
1.
Circuncisión del divino Niño.
2.
Imposición del Nombre de Jesús.
1. La Circuncisión de
Jesús fue una humillación y un dolor que se reflejó hondamente en el corazón de
San José. Esta ceremonia suponía el pecado y al realizarse en Jesús parecía
destruirse la santidad de la misma inocencia. Esto ocasionó a San José una gran
pena, pues sabía que el Hijo de Dios era impecable.
Sin embargo, mayor fue su
dolor al desgarrar las carnes tiernas y rosadas del divino Niño. El humilde
Cordero dejo escapar un vagido y la sangre que brotó de su carne benditísima
fue a mezclarse con las lágrimas que rebosaron de sus pupilas. Y el mayor
calvario de San José estribó en que fue él mismo el instrumento de dolor,
elegido por el Eterno Padre para este rito de la Circuncisión.
2. Pero si el dolor de San
José ante la sangre derramada de Jesús fue grande, mayor, sin duda, fue su gozo
al imponer el nombre de Jesús. Al pronunciar por vez primera este nombre los
ángeles se postraron reverentes para adorarle; el demonio se vio constreñido a
doblar la rodilla y todos los siglos se inclinaron ante la presencia de Jesús.
En ese momento una luz del
futuro iluminó a San José para que contemplara el triunfo glorioso de este
santo nombre que sería Iris de paz, hoguera de amor, promesa de perdón, anuncio
de felicidad y bálsamo que curaría todos los males.
En esta forma comprendió
San José que la sangre de Dios, que por su mano se había derramado, era el
precio de nuestra salvación.
Se hace la petición
ORACIÓN
¡Oh grande y poderoso abogado
de mi alma! Hazme, comprender por este dolor y gozo que si muchas veces parece
que te complaces en mis dolores y sacrificios, no es porque sientas gozo en mis
penalidades, sino porque sabes que por medio de ellas tengo oportunidad de
hacer méritos para el cielo e imitar así mejor a tu divino Jesús para la
salvación de mis hermanos. Así sea.
CUARTO DOMINGO
Consideraciones sobre el 4o. dolor y gozo
1.
Profecía luctuosa de Simeón.
2.
Gozo en el misterio que encierra.
1. La piedad de María y
José fue singular. A los cuarenta días del nacimiento de Jesús lo llevan al
Templo de Jerusalén para ofrecerlo al Eterno Padre. Es el Cordero de Dios que
quita los pecados del mundo y que viene a ofrecerse como holocausto en el Altar
del Templo. En ese momento el anciano Simeón, conducido por el Espíritu Santo,
reconoció en aquel Niño al Salvador del Mundo. Lleno de gozo lo tomó entre sus
brazos y después con voz temblorosa dijo a la Madre: "Mira, este niño que
ves está destinado para ruina y resurrección de muchos en Israel y como signo
de contradicción. Lo que será para ti misma una espada que atravesará tu
alma". (Lc. 2,34).
Esta espada que hirió el
corazón de María desgarró también el corazón de San José. Y si como esposo
sufrió la pena de María, como Padre soportó también la pena de Jesús que sería
centro de contradicción, objeto de persecución y víctima destinada al patíbulo
infamante.
2. Pero a este lacerante
dolor sucedió la más pura alegría. Un gran número de los hombres se salvará por
la sangre derramada por el Cordero sin mancha. En el Arbol de la Cruz madurarán
los frutos de la gracia, los dolores de María serán rocío fecundo para la
floración de la Santidad.
Con estas consideraciones
se llenó de gozo el corazón de San José, sobre todo al contemplar la
glorificación de los dolores de Jesús y de María. ¡Qué satisfacción tan grande
ante los triunfos de la Esposa y del Hijo!
Se hace la petición
ORACIÓN
¡Oh gloriosísimo Protector
de mi alma, te suplico encarecidamente que me hagas comprender la necesidad de
tomar mi cruz y seguir tras las pisadas sangrantes del divino Redentor. Haz que
muera al amor propio y a toda vanidad de la tierra, para que también logre ser,
por mi espíritu de mortificación y sacrificio, la resurrección y salvación de
muchos. Así sea.
QUINTO DOMINGO
Consideraciones sobre el 5o. dolor y gozo:
1.
Huida a Egipto.
2.
Frutos de la presencia de Jesús.
1. De pronto el Arcángel
San Gabriel apareció en sueños a San José y le dijo: "Levántate, toma al
Niño y a su Madre y huye a Egipto y estate allí hasta que yo te avise. Porque
Herodes ha de buscar al Niño para matarle" (Mt.2,13)
¡Qué puñalada para el
corazón de San José. El Mesías prometido había llegado al mundo para dar la
vida a los hombres y éstos le buscan ya para darle muerte! No se trataba de un
viaje, sino de una precipitada huida.
¡Dejar la Patria y
lanzarse hacia un país idólatra y adverso al pueblo judío!, ¡Huir no él solo,
sino en compañía de su esposa delicada y de Jesús tierno y débil! Y el viaje se
hizo más doloroso por el temor de ser alcanzado por los esbirros del cruel Herodes.
2. Grande fue sin embargo
el gozo de San José en medio de sus penas. El cielo le había ordenado huir a
Egipto; pero le concedía la gracia de hacerlo con Jesús y María, cosa que
significaba el destierro en su Patria. Y en el Paraíso ¿No había de estar
agradecido al Padre por valerse de él, instrumento débil, para salvar de la
muerte al Mesías prometido?
Además estaba seguro de
que las lágrimas de Jesús y las privaciones de María fecundarían aquellas
tierras de paganos para convertirlas en un Paraíso de Virtud y Santidad.
Se hace la Petición
ORACIÓN
¡Oh queridísimo Padre mío,
San José! humildemente postrado ante tu Imagen, te suplico me guardes
paternalmente bajo los pliegues de tu manto a fin de que me vea libre de las
acechanzas de los enemigos de mi eterna salvación.
Alcánzame del cielo la
gracia de no perder jamás la amistad de Jesús y de María, para que mi destierro
en este valle de lágrimas se convierta en un Paraíso anticipado. Así sea.
SEXTO DOMINGO
Consideraciones sobre el 6o. dolor y gozo:
1.
Temor por el Reinado de Arquelao.
2.
Gozos por el Retorno a Nazaret.
1. El aviso del ángel para
emprender el viaje de regreso a la Patria bien amada fue un motivo de dolor
para el corazón de San José, no solamente por lo pesado del viaje y la delicadeza
de Jesús y de María, sino principalmente por que tenía conocimiento de que en
la Judea reinaba Arquelao, hijo del Rey Herodes, y tan cruel como su Padre,
entonces le asaltó un fuerte temor. ¿No querrá el tirano vengar en Jesús la
desilusión sufrida por Herodes su Padre?. Todo era de temerse de la perfidia y
crueldad de este soberano.
2. Sin embargo, la voz del
ángel vino a calmar los temores de San José, infundiéndole una ¡limitada
confianza en la Providencia del Padre. Ha de retirarse a la tierra de Galilea y
ha de morar en la tranquila ciudad de Nazaret. ¡Qué gozo de cielo no siente el
Santo Patriarca al tornar a su modesta casita!, ¡Qué grata compañía tendrá en
Jesús y María al pasar el resto de sus días con ellos en la tranquilidad del
hogar!
Se hace la petición
ORACIÓN
¡Oh bondadosísimo Señor
San José! quiero recordarte que al nombrarme Jesús hermano suyo, también
comparte conmigo a un buen Padre como lo fuiste para tu divino Jesús. Líbrame
de mis enemigos, consuélame en mis penas, sé mi fortaleza en mis debilidades y protégeme
solícitamente sobre todo en el último instante de mi vida. Así sea.
SEPTIMO DOMÍNGO
Consideraciones para el 7o. dolor y gozo:
1.
Dolor por la pérdida de Jesús en el Templo.
2.
Gozo en su hallazgo.
1. Jesús, al cumplir la
edad de doce años subió con María y José al Templo de Jerusalén para adorar al
Padre en su Santuario en el día solemne de la Pascua. Terminadas las ceremonias
y sin darse cuenta sus padres, quedó Jesús en Jerusalén. San José pensó
entonces que Jesús estaba con María en el grupo de las mujeres y María creyó
que se encontraba con José en el grupo de los hombres.
En el primer descanso de
los grupos, los Santos Esposos se dieron cuenta de la ausencia de Jesús. ¡Oh
cuán grande fue la angustiarte estos amantes corazones! Llenos de dolor y
desolación lo buscaron inútilmente entre amigos y parientes. A todos
preguntaban; mas las respuestas eran siempre negativas. Las noches las pasaban
en la oración y los días en alarmante búsqueda. ¡Qué triste y qué hondo dolor
se daba en el corazón de María y de José!.
2. Con los ojos llenos de
lágrimas y al cumplirse el tercer día, María y José se dirigieron finalmente al
templo de Jerusalén y al pasar por la amplia sala donde los doctores de la Ley
explicaban las Escrituras, percibieron una suave voz; era la de Jesús.
Penetraron a la sala y, en efecto, ahí lo vieron preguntando y contestando a
los Maestros del Pueblo y siendo objeto de la admiración de los hombres.
María no pudo contenerse y
después de complacerse en los misterios de Dios, le dijo: "Hijo, ¿por qué
lo has hecho así con nosotros? Mira que tu padre y yo, llenos de dolor, te
andábamos buscando". Y Él les respondió: ¿Cómo es que me buscabais?, ¿No
sabéis que yo debo emplearme en las cosas que miran al servicio de mi Padre? (Le.
2,48) Y entre los brazos de ambos esposos regresó Jesús a Nazaret, causando
profunda alegría al corazón de sus padres. Allí se corrió el velo del silencio
y la Trinidad de la tierra se envolvió en la luz de la felicidad en su modesto
hogar.
Se hace la petición
ORACIÓN
¡Oh glorioso Patriarca San
José!, bien comprendo que tus grandes angustias y tus profundos dolores
concurrieron maravillosamente para forjar la brillante corona que ostentas
sobre tu frente. No quiero, bondadoso Padre mío, que ahuyentes de mí el dolor,
sino que me des el espíritu de fe, de amor y de fortaleza para sobrellevar
cristianamente las penalidades de esta vida y así hacer méritos para poder
estar en tu compañía en el cielo por toda una eternidad dichosa. Así sea.