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SANTORAL LITÚRGICO

El Niño Dios a nacido en Belén

HIMNO A SAN JOSÉ

HIMNO A SAN JOSÉ

Hoy a tus pies, ponemos nuestra vida; Hoy a tus pies, ¡Glorioso San José! Escucha nuestra oración, Y por tu intercesión, Obtendremos, la paz del corazón; En Nazaret, junto a la Virgen Santa, En Nazaret ¡Glorioso San José! Cuidaste al niño Jesús, Pues por tu gran virtud, Fuiste digno custodio de la luz. Con sencillez humilde carpintero; Con sencillez ¡Glorioso San José! Hiciste bien tu labor, obrero del Señor, Ofreciendo, trabajo y oración. Tuviste fe, en Dios y su promesa; Tuviste fe, ¡Glorioso San José! Maestro de oración, alcanzarnos el don, De escuchar, y seguir la voz de Dios:

miércoles, 15 de enero de 2020

LOS SIETE DOMINGOS A SAN JOSÉ




LOS SIETE DOMINGOS A SAN JOSÉ

Se rezan durante siete domingos consecutivos. Es conveniente comulgar cada domingo o por lo menos en el último. Para ganar las indulgencias que les están concedidas no se requiere fórmula especial.

El Papa Gregorio XVI fomentó la devoción de los siete domingos concediéndole muchas indulgencias; pero S. S. Pío IX les dio actualidad perenne no sólo con las indulgencias plenarias aplicables a los fíeles difuntos, sino con la manifestación de su deseo de que se acudiera a San José por medio de ellos, para aliviar la entonces aflictivo situación de la Iglesia universal. La devoción de los siete domingos ha obrado estupendos milagros en favor de quienes la practican. En materia de vocación dejan en el alma una paz singular y encienden una luz que disipa toda duda.

Por la señal, etc.

PRIMER DOMINGO

Consideración sobre el 1er. dolor y gozo:

1. Dudas de San José

2. Gozo en la Manifestación del Misterio

1. En la plenitud de los tiempos realizó Dios el inefable misterio de la Encarnación de su Verbo divino. El prodigio se obró en el seno purísimo de María, Esposa de José; pero sin tener conocimiento de ello el Santo Patriarca. Este prodigio, como era natural, causó una grande turbación en el corazón de San José, quien conocía la pureza, la inocencia y el candor de su Santísima Esposa. El hecho fue para el corazón de San José desconcertante.

Para librarla de aquella situación embarazosa deliberó sobre la conveniencia de abandonar a su divina Esposa, dejando todo en manos de la Divina Providencia. El peso que sintió sobre sus hombros fue enorme y solamente su confianza, pudo sostenerlo.

2. Esta confianza en la Providencia lo hizo entregarse plácidamente al sueño, sin mayor turbación. Entonces el ángel del Señor se le apareció y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que se ha engendrado en su seno es obra del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús; pues El salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt. 1,20-21)

No hay palabra humana para describir la alegría inmensa que inundó el corazón de San José al serle revelado este misterio tan añorado por el pueblo de Dios. Entonces San José deslió su alma en una plegaria humilde, fervorosa y llena de agradecimiento.

Se hace la petición.

ORACIÓN

Oh glorioso Patriarca San José no permitas que la turbación me aniquile, o que el dolor me triture. Para evitar este agobio te suplico me hagas ver siempre la Providencia de Dios en todos los acontecimientos de mi vida a fin de que los acepte siempre con alegría de hijo agradecido. Así sea.


SEGUNDO DOMINGO

Consideraciones sobre el 2do. Dolor y gozo:

1. Pobreza del Nacimiento de Jesús.

2. Transformación de la Gruta

1. José acompañado de María fue a empadronarse a Belén, su tierra natal, para cumplir el decreto de César Augusto. Encontrándose ya en este lugar, María, que estaba encinta, vio llegársele la hora de dar a luz.

En estas circunstancias buscó José un albergue; pero todo empeño fue inútil ya que aparte de ser pobres, todos los sitios de descanso estaban ya ocupados. Se vio entonces obligado José a disponer para el nacimiento del Hijo de Dios, un establo abandonado, gruta que servía de refugio contra la intemperie a los animales.

En esta forma San José experimentó un profundo dolor al ver que el Señor de los cielos descendía tan bajo; al contemplar que el que se sienta en un trono de gloria, yacía reclinado en un pesebre y que sufría los rigores de la estación y experimentaba el frío y derramaba lágrimas, el que es la alegría de los cielos.

2. Pero un dolor tan agudo sirvió de molde a la inmensa alegría. Grande, en efecto, fue el gozo que sintió San José al ver con sus propios ojos al Hijo de Dios hecho hombre. Los ángeles bajaron del cielo posando sobre luminosas estrellas y cantando en la gruta: "Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad".

Los inocentes y piadosos pastores llegaron a adorar al Hijo de Dios, reconociéndolo como su divino Salvador. Los Reyes Magos, guiados por una estrella, llegaron del lejano oriente para adorar a Jesús como Dios y rendirle vasallaje como a Rey. ¡Cuánto gozo para el corazón paternal del Señor San José!

Se hace la Petición

ORACIÓN

¡Oh Padre mío, San José! al verte postrado ante Jesús, te reconozco como el Primer adorador del Verbo hecho carne. Comunícame tu espíritu de fe, a fin de que la humildad del Sagrario no mengüe mi firme creencia en la presencia de Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar; sino que, por el contrario, al palpar su anonadamiento, avive más mi amor hacia tan adorable misterio. Así sea.


TERCER DOMINGO

Consideraciones sobre el 3er. dolor y gozo:

1. Circuncisión del divino Niño.

2. Imposición del Nombre de Jesús.

1. La Circuncisión de Jesús fue una humillación y un dolor que se reflejó hondamente en el corazón de San José. Esta ceremonia suponía el pecado y al realizarse en Jesús parecía destruirse la santidad de la misma inocencia. Esto ocasionó a San José una gran pena, pues sabía que el Hijo de Dios era impecable.

Sin embargo, mayor fue su dolor al desgarrar las carnes tiernas y rosadas del divino Niño. El humilde Cordero dejo escapar un vagido y la sangre que brotó de su carne benditísima fue a mezclarse con las lágrimas que rebosaron de sus pupilas. Y el mayor calvario de San José estribó en que fue él mismo el instrumento de dolor, elegido por el Eterno Padre para este rito de la Circuncisión.

2. Pero si el dolor de San José ante la sangre derramada de Jesús fue grande, mayor, sin duda, fue su gozo al imponer el nombre de Jesús. Al pronunciar por vez primera este nombre los ángeles se postraron reverentes para adorarle; el demonio se vio constreñido a doblar la rodilla y todos los siglos se inclinaron ante la presencia de Jesús.

En ese momento una luz del futuro iluminó a San José para que contemplara el triunfo glorioso de este santo nombre que sería Iris de paz, hoguera de amor, promesa de perdón, anuncio de felicidad y bálsamo que curaría todos los males.

En esta forma comprendió San José que la sangre de Dios, que por su mano se había derramado, era el precio de nuestra salvación.

Se hace la petición

ORACIÓN

¡Oh grande y poderoso abogado de mi alma! Hazme, comprender por este dolor y gozo que si muchas veces parece que te complaces en mis dolores y sacrificios, no es porque sientas gozo en mis penalidades, sino porque sabes que por medio de ellas tengo oportunidad de hacer méritos para el cielo e imitar así mejor a tu divino Jesús para la salvación de mis hermanos. Así sea.



CUARTO DOMINGO

Consideraciones sobre el 4o. dolor y gozo

1. Profecía luctuosa de Simeón.

2. Gozo en el misterio que encierra.

1. La piedad de María y José fue singular. A los cuarenta días del nacimiento de Jesús lo llevan al Templo de Jerusalén para ofrecerlo al Eterno Padre. Es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo y que viene a ofrecerse como holocausto en el Altar del Templo. En ese momento el anciano Simeón, conducido por el Espíritu Santo, reconoció en aquel Niño al Salvador del Mundo. Lleno de gozo lo tomó entre sus brazos y después con voz temblorosa dijo a la Madre: "Mira, este niño que ves está destinado para ruina y resurrección de muchos en Israel y como signo de contradicción. Lo que será para ti misma una espada que atravesará tu alma". (Lc. 2,34).

Esta espada que hirió el corazón de María desgarró también el corazón de San José. Y si como esposo sufrió la pena de María, como Padre soportó también la pena de Jesús que sería centro de contradicción, objeto de persecución y víctima destinada al patíbulo infamante.

2. Pero a este lacerante dolor sucedió la más pura alegría. Un gran número de los hombres se salvará por la sangre derramada por el Cordero sin mancha. En el Arbol de la Cruz madurarán los frutos de la gracia, los dolores de María serán rocío fecundo para la floración de la Santidad.

Con estas consideraciones se llenó de gozo el corazón de San José, sobre todo al contemplar la glorificación de los dolores de Jesús y de María. ¡Qué satisfacción tan grande ante los triunfos de la Esposa y del Hijo!

Se hace la petición

ORACIÓN

¡Oh gloriosísimo Protector de mi alma, te suplico encarecidamente que me hagas comprender la necesidad de tomar mi cruz y seguir tras las pisadas sangrantes del divino Redentor. Haz que muera al amor propio y a toda vanidad de la tierra, para que también logre ser, por mi espíritu de mortificación y sacrificio, la resurrección y salvación de muchos. Así sea.



QUINTO DOMINGO

Consideraciones sobre el 5o. dolor y gozo:

1. Huida a Egipto.

2. Frutos de la presencia de Jesús.

1. De pronto el Arcángel San Gabriel apareció en sueños a San José y le dijo: "Levántate, toma al Niño y a su Madre y huye a Egipto y estate allí hasta que yo te avise. Porque Herodes ha de buscar al Niño para matarle" (Mt.2,13)

¡Qué puñalada para el corazón de San José. El Mesías prometido había llegado al mundo para dar la vida a los hombres y éstos le buscan ya para darle muerte! No se trataba de un viaje, sino de una precipitada huida.

¡Dejar la Patria y lanzarse hacia un país idólatra y adverso al pueblo judío!, ¡Huir no él solo, sino en compañía de su esposa delicada y de Jesús tierno y débil! Y el viaje se hizo más doloroso por el temor de ser alcanzado por los esbirros del cruel Herodes.

2. Grande fue sin embargo el gozo de San José en medio de sus penas. El cielo le había ordenado huir a Egipto; pero le concedía la gracia de hacerlo con Jesús y María, cosa que significaba el destierro en su Patria. Y en el Paraíso ¿No había de estar agradecido al Padre por valerse de él, instrumento débil, para salvar de la muerte al Mesías prometido?

Además estaba seguro de que las lágrimas de Jesús y las privaciones de María fecundarían aquellas tierras de paganos para convertirlas en un Paraíso de Virtud y Santidad.

Se hace la Petición

ORACIÓN

¡Oh queridísimo Padre mío, San José! humildemente postrado ante tu Imagen, te suplico me guardes paternalmente bajo los pliegues de tu manto a fin de que me vea libre de las acechanzas de los enemigos de mi eterna salvación.

Alcánzame del cielo la gracia de no perder jamás la amistad de Jesús y de María, para que mi destierro en este valle de lágrimas se convierta en un Paraíso anticipado. Así sea.



SEXTO DOMINGO

Consideraciones sobre el 6o. dolor y gozo:

1. Temor por el Reinado de Arquelao.

2. Gozos por el Retorno a Nazaret.

1. El aviso del ángel para emprender el viaje de regreso a la Patria bien amada fue un motivo de dolor para el corazón de San José, no solamente por lo pesado del viaje y la delicadeza de Jesús y de María, sino principalmente por que tenía conocimiento de que en la Judea reinaba Arquelao, hijo del Rey Herodes, y tan cruel como su Padre, entonces le asaltó un fuerte temor. ¿No querrá el tirano vengar en Jesús la desilusión sufrida por Herodes su Padre?. Todo era de temerse de la perfidia y crueldad de este soberano.

2. Sin embargo, la voz del ángel vino a calmar los temores de San José, infundiéndole una ¡limitada confianza en la Providencia del Padre. Ha de retirarse a la tierra de Galilea y ha de morar en la tranquila ciudad de Nazaret. ¡Qué gozo de cielo no siente el Santo Patriarca al tornar a su modesta casita!, ¡Qué grata compañía tendrá en Jesús y María al pasar el resto de sus días con ellos en la tranquilidad del hogar!

Se hace la petición

ORACIÓN

¡Oh bondadosísimo Señor San José! quiero recordarte que al nombrarme Jesús hermano suyo, también comparte conmigo a un buen Padre como lo fuiste para tu divino Jesús. Líbrame de mis enemigos, consuélame en mis penas, sé mi fortaleza en mis debilidades y protégeme solícitamente sobre todo en el último instante de mi vida. Así sea.



SEPTIMO DOMÍNGO

Consideraciones para el 7o. dolor y gozo:

1. Dolor por la pérdida de Jesús en el Templo.

2. Gozo en su hallazgo.

1. Jesús, al cumplir la edad de doce años subió con María y José al Templo de Jerusalén para adorar al Padre en su Santuario en el día solemne de la Pascua. Terminadas las ceremonias y sin darse cuenta sus padres, quedó Jesús en Jerusalén. San José pensó entonces que Jesús estaba con María en el grupo de las mujeres y María creyó que se encontraba con José en el grupo de los hombres.

En el primer descanso de los grupos, los Santos Esposos se dieron cuenta de la ausencia de Jesús. ¡Oh cuán grande fue la angustiarte estos amantes corazones! Llenos de dolor y desolación lo buscaron inútilmente entre amigos y parientes. A todos preguntaban; mas las respuestas eran siempre negativas. Las noches las pasaban en la oración y los días en alarmante búsqueda. ¡Qué triste y qué hondo dolor se daba en el corazón de María y de José!.

2. Con los ojos llenos de lágrimas y al cumplirse el tercer día, María y José se dirigieron finalmente al templo de Jerusalén y al pasar por la amplia sala donde los doctores de la Ley explicaban las Escrituras, percibieron una suave voz; era la de Jesús. Penetraron a la sala y, en efecto, ahí lo vieron preguntando y contestando a los Maestros del Pueblo y siendo objeto de la admiración de los hombres.

María no pudo contenerse y después de complacerse en los misterios de Dios, le dijo: "Hijo, ¿por qué lo has hecho así con nosotros? Mira que tu padre y yo, llenos de dolor, te andábamos buscando". Y Él les respondió: ¿Cómo es que me buscabais?, ¿No sabéis que yo debo emplearme en las cosas que miran al servicio de mi Padre? (Le. 2,48) Y entre los brazos de ambos esposos regresó Jesús a Nazaret, causando profunda alegría al corazón de sus padres. Allí se corrió el velo del silencio y la Trinidad de la tierra se envolvió en la luz de la felicidad en su modesto hogar.

Se hace la petición

ORACIÓN

¡Oh glorioso Patriarca San José!, bien comprendo que tus grandes angustias y tus profundos dolores concurrieron maravillosamente para forjar la brillante corona que ostentas sobre tu frente. No quiero, bondadoso Padre mío, que ahuyentes de mí el dolor, sino que me des el espíritu de fe, de amor y de fortaleza para sobrellevar cristianamente las penalidades de esta vida y así hacer méritos para poder estar en tu compañía en el cielo por toda una eternidad dichosa. Así sea.



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