LOS SIETE DOMINGOS Y GOZOS A SAN
JOSÉ
Rezar despacio, meditando
estos dolores y gozos:
PRIMER DOMINGO: Confianza en el Señor.
Primer
dolor: Estando desposada su madre María con José, antes de
vivir juntos se halló que había concebido en su seno por obra del Espíritu
Santo (Mt 1,18).
Primer
gozo: El ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo:
José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, pues lo concebido en
ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús
(Mt 1, 20-21).
Oh castísimo esposo de
María, glorioso San José, ¡qué aflicción y angustia la de vuestro corazón en la
perplejidad en que estabais sin saber si debíais abandonar o no a vuestra
esposa sin mancilla! Pero ¡cuál no fue también vuestra alegría cuando el ángel
os reveló el gran misterio de la Encarnación!
Por este dolor y este gozo
os pedimos consoléis nuestro corazón ahora y en nuestros últimos dolores, con
la alegría de una vida justa y de una santa muerte semejante a la vuestra,
asistidos de Jesús y de María.
Padrenuestro, Ave y Gloria.
SEGUNDO DOMINGO: Amor a la humanidad de Cristo.
Segundo
dolor: Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron (Jn
1,11).
Segundo
gozo: Fueron deprisa y encontraron a María, a José y al niño
reclinado en el pesebre (Lc 2,16).
Oh bienaventurado
patriarca, glorioso San José, escogido para ser padre adoptivo del Hijo de Dios
hecho hombre: el dolor que sentisteis viendo nacer al niño Jesús en tan gran
pobreza se cambió de pronto en alegría celestial al oír el armonioso concierto
de los ángeles y al contemplar las maravillas de aquella noche tan
resplandeciente.
Por
este dolor y gozo alcanzadnos que después del camino de esta vida vayamos a
escuchar las alabanzas de los ángeles y a gozar de los resplandores de la
gloria celestial.
Padrenuestro, Ave y Gloria
TERCER DOMINGO: Invocar
el nombre de Jesús.
Tercer
dolor: Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarlo,
le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de que fuera
concebido en el seno materno (Lc 2,21).
Tercer
gozo: Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque
él salvará a su pueblo de sus pecados (Mt 1, 21).
Oh ejecutor obedientísimo
de las leyes divinas, glorioso San José: la sangre preciosísima que el Redentor
Niño derramó en su circuncisión os traspasó el corazón; pero el nombre de Jesús
que entonces se le impuso, os confortó y llenó de alegría.
Por
este dolor y este gozo alcanzadnos el vivir alejados de todo pecado, a fin de
expirar gozosos, con el santísimo nombre de Jesús en el corazón y en los
labios.
Padrenuestro, Ave y Gloria.
CUARTO DOMINGO: Rezar
para redimir al mundo.
Cuarto
dolor: Simeón los bendijo, y dijo a María, su madre: Mira, éste
ha sido puesto como signo de contradicción para que se descubran los
pensamientos de muchos corazones (Lc 2, 34-35).
Cuarto
gozo: Porque han visto mis ojos tu salvación, la que
preparaste ante todos los pueblos; luz para iluminar a las naciones (Lc 2,
30-31).
Oh Santo fidelísimo, que
tuvisteis parte en los misterios de nuestra redención, glorioso San José;
aunque la profecía de Simeón acerca de los sufrimientos que debían pasar Jesús
y María os causó dolor mortal, sin embargo os llenó también de alegría,
anunciándoos al mismo tiempo la salvación y resurrección gloriosa que de ahí se
seguiría para un gran número de almas.
Por
este dolor y por este gozo conseguidnos ser del número de los que, por los
méritos de Jesús y la intercesión de la bienaventurada Virgen María, han de
resucitar gloriosamente.
Padrenuestro, Ave y Gloria.
QUINTO DOMINGO: Aceptar
la voluntad de Dios.
Quinto
dolor: El ángel del Señor se apareció en sueños a José y le
dijo: Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y estate allí
hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo (Mt
2,13).
Quinto
gozo: Y estuvo allí hasta la muerte de Herodes, para que se
cumpliera lo que dice el Señor por el profeta: "De Egipto llamé a mi
hijo" (Mt 2,15).
Oh custodio vigilante,
familiar íntimo del Hijo de Dios hecho hombre, glorioso San José, ¡cuánto
sufristeis teniendo que alimentar y servir al Hijo del Altísimo,
particularmente en vuestra huida a Egipto!, pero cuán grande fue también
vuestra alegría teniendo siempre con Vos al mismo Dios y viendo derribados los
ídolos de Egipto.
Por
este dolor y este gozo, alcanzadnos alejar para siempre de nosotros al tirano
infernal, sobre todo huyendo de las ocasiones peligrosas, y derribar de nuestro
corazón todo ídolo de afecto terreno, para que, ocupados en servir a Jesús y María,
vivamos tan sólo para ellos y muramos gozosos en su amor.
Padrenuestro, Ave y Gloria.
SEXTO DOMINGO: Santificarse
en el trabajo ordinario.
Sexto
dolor: Él se levantó, tomó al niño y a su madre y regresó a la
tierra de Israel. Pero al oír que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su
padre Herodes, temió ir allá (Mt 2, 21-22).
Sexto
gozo: Y fue a vivir a una ciudad llamada Nazaret, para que se
cumpliera lo dicho por los profetas: será llamado Nazareno (Mt 2,23).
Oh ángel de la tierra, glorioso
San José, que pudisteis admirar al Rey
de los cielos, sometido a vuestros más mínimos mandatos; aunque la alegría al
traerle de Egipto se turbó por temor a Arquelao, sin embargo, tranquilizado
luego por el ángel, vivisteis dichoso en Nazaret con Jesús y María.
Por
este dolor y este gozo, alcanzadnos la gracia de desterrar de nuestro corazón
todo temor nocivo, poseer la paz de conciencia, vivir seguros con Jesús y María
y morir también asistidos por ellos.
Padrenuestro, Ave y Gloria.
SÉPTIMO DOMINGO: Buscar
a Jesús en la confesión.
Séptimo
dolor: Lo estuvieron buscando entre los parientes y conocidos,
y al no hallarlo, volvieron a Jerusalén en su busca (Lc 2, 44-45).
Séptimo
gozo: Al cabo de tres días lo hallaron en el Templo, sentado
en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas (Lc 2,46).
Oh modelo de toda
santidad, glorioso San José, que habiendo perdido sin culpa vuestra al Niño
Jesús, le buscasteis durante tres días con profundo dolor, hasta que, lleno de
gozo, le hallasteis en el templo, en medio de los doctores.
Por
este dolor y este gozo, os suplicamos con palabras salidas del corazón,
intercedáis en nuestro favor para que jamás nos suceda perder a Jesús por algún
pecado grave. Mas, si por desgracia le perdiéramos, haced que le busquemos con
tal dolor que no hallemos sosiego hasta encontrarle benigno sobre todo en
nuestra muerte, a fin de ir a gozarle en el cielo y cantar eternamente con Vos
sus divinas misericordias.
Padrenuestro, Ave y Gloria.
GOZOS DEL GLORIOSO
PATRIARCA
Y ESPOSO DE MARÍA SAN JOSÉ
1. Pues sois santo sin igual
y de Dios el más honrado:
Sed,
José, nuestro abogado
en
esta vida mortal.
2. Antes que hubieseis
nacido, ya fuisteis santificado,
y al eterno destinado
para ser favorecido:
nacisteis de esclarecido
linaje y sangre real.
Sed,
José, nuestro abogado en esta vida mortal.
3. Vuestra vida fue tan pura
que en todo sois sin
segundo:
después de María, el mundo
no vio más santa criatura;
y así fue vuestra ventura
entre todos sin igual.
Sed,
José, nuestro abogado en esta vida mortal.
4. Vuestra santidad declara
aquel caso soberano,
cuando en vuestra santa
mano
floreció la seca vara;
y porque nadie dudara,
hizo el cielo esta señal.
Sed,
José, nuestro abogado en esta vida mortal.
5. A vista de este portento,
todo el mundo os
respetaba,
y parabienes os daba
con alegría y contento;
publicando el casamiento
con la Reina celestial.
Sed,
José, nuestro abogado en esta vida mortal.
6. Con júbilo recibisteis
a María por esposa,
Virgen pura, santa,
hermosa,
con la cual feliz
vivisteis,
y por ella conseguisteis
dones y luz celestial.
Sed,
José, nuestro abogado en esta vida mortal.
7. Oficio de carpintero
ejercitasteis en vida,
para ganar la comida
a Jesús, Dios verdadero,
y a vuestra Esposa,
lucero,
compañera virginal.
Sed,
José, nuestro abogado en esta vida mortal.
8. Vos y Dios con tierno amor
daba el uno al otro vida,
Vos a El con la comida,
y El a Vos con su sabor:
Vos le disteis el sudor,
y Él os dio vida inmortal.
Sed,
José, nuestro abogado en esta vida mortal.
9. Vos fuisteis la concha
fina,
en donde con entereza
se conservo la pureza
de aquella Perla divina,
vuestra Esposa y Madre
digna,
la que nos sacó de mal.
Sed,
José, nuestro abogado en esta vida mortal.
10. Cuando la visteis en
Cinta,
fue grande vuestra
tristeza; sin condenar su pureza,
tratabais vuestra jornada;
estorbóla la embajada
de aquel Nuncio celestial.
Sed,
José, nuestro abogado en esta vida mortal.
11. No tengáis ¡oh José!
espanto,
el Paraninfo decía:
lo que ha nacido en María,
es del Espíritu Santo:
vuestro consuelo fue
tanto,
cual pedía caso tal.
Sed,
José, nuestro abogado en esta vida mortal.
12. Vos sois el hombre primero
que visteis a Dios nacido;
en vuestros brazos dormido
tuvisteis aquel Lucero,
siendo vos el tesorero
de aquel inmenso caudal.
Sed,
José, nuestro abogado en esta vida mortal.
13. Por treinta años nos
guardasteis
aquel Tesoro infinito
en Judea, y en Egipto
a donde lo retirasteis;
entero nos conservasteis
aquel rico mineral.
Sed,
José, nuestro abogado en esta vida mortal.
14. Cuidado, cuando perdido,
os causó y gran
sentimiento
que se os volvió en
contento
del cielo restituido;
de quien siempre obedecido
sois con amor filial.
Sed,
José, nuestro abogado en esta vida mortal.
15. A vuestra muerte dichosa,
estuvo siempre con Vos
el mismo humanado Dios,
con María vuestra Esposa:
y para ser muy gloriosa,
vino un coro angelical.
Sed,
José, nuestro abogado en esta vida mortal.
16. Con Cristo resucitasteis
en cuerpo y alma glorioso,
y a los cielos victorioso
vuestro Rey acompañasteis,
a su derecha os sentasteis
haciendo coro especial.
Sed,
José, nuestro abogado en esta vida mortal.
17. Allá estáis como abogado
de todos los pecadores,
alcanzando mil favores
al que os llama
atribulado:
ninguno desconsolado
salió de este tribunal.
Sed,
José, nuestro abogado en esta vida mortal.
18. Los avisos que leemos
de Teresa nuestra madre,
por abogado y por padre
nos exhorta que os
tomemos:
el alma y cuerpo sabemos
que libráis de todo mal,
Sed,
José, nuestro abogado en esta vida mortal.
19. Pues sois santo sin igual
y de Dios el más honrado,
Sed,
José, nuestro abogado en esta vida mortal.
1.
Siguiendo una antigua tradición y como recuerdo de los principales dolores y
gozos de la vida de San José, la Iglesia dedica los siete domingos anteriores a
su festividad (19 de marzo). También se puede practicar esta devoción en
cualquier otra época del año.