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HIMNO A SAN JOSÉ

HIMNO A SAN JOSÉ

Hoy a tus pies, ponemos nuestra vida; Hoy a tus pies, ¡Glorioso San José! Escucha nuestra oración, Y por tu intercesión, Obtendremos, la paz del corazón; En Nazaret, junto a la Virgen Santa, En Nazaret ¡Glorioso San José! Cuidaste al niño Jesús, Pues por tu gran virtud, Fuiste digno custodio de la luz. Con sencillez humilde carpintero; Con sencillez ¡Glorioso San José! Hiciste bien tu labor, obrero del Señor, Ofreciendo, trabajo y oración. Tuviste fe, en Dios y su promesa; Tuviste fe, ¡Glorioso San José! Maestro de oración, alcanzarnos el don, De escuchar, y seguir la voz de Dios:

jueves, 24 de febrero de 2022

CARTA DE SAN POLICARPO DE ESMIRNA A LOS FILIPENSES

 

 

CARTA DE SAN POLICARPO DE ESMIRNA

A LOS FILIPENSES

 

Saludo

Policarpo y los presbíteros que están con él, a la Iglesia de Dios que habita como extranjera en Filipos: que la misericordia y la paz les sean dadas en plenitud por Dios todopoderoso y Jesucristo nuestro Salvador. (Sobre el tema de la "Iglesia de Dios" que habita como extranjera" [o peregrina; paroiken], ver Gn 12,10; 17,10; Lc 24,28; Ef 2,19; Hb 11,9-10.13-16; 13,14; 1 P 2,11; Judas 2. Ver asimismo el saludo de la Primera carta de Clemente a los Corintios y la Ep. a Diogneto 5 y 6.)

 

La fe en Jesucristo

Me alegré mucho con ustedes, en nuestro Señor Jesucristo, cuando recibieron a las imágenes de la verdadera caridad, y acompañaron, como debían hacerlo, a aquellos que estaban encadenados por ataduras dignas de los santos, que son las diademas de quienes han sido verdaderamente elegidos por Dios nuestro Señor. (Las diademas de los santos son las cadenas, sufrimientos y persecuciones que sufren por confesar su fe en Jesucristo. Ver Ignacio de Antioquía, Ep. a los Efesios 11,2.) 2 Y me alegré de que la raíz vigorosa de su fe, de la que se habla desde tiempos antiguos, permanece hasta ahora y da frutos en nuestro Señor Jesucristo, que aceptó por nuestros pecados llegar hasta la muerte; y Dios lo resucitó librándolo de los sufrimientos del infierno. (Hch 2,24. Los pasajes subrayados indican una cita más literal de un texto de la Escritura. Pero el lector no debería centrar su atención solamente en las palabras subrayadas, sino más bien en todo el conjunto dentro del cual se inserta el pasaje, y su resonancia particularmente con las epístolas del NT.) 3 Sin verlo, ustedes creen en él, con un gozo inefable y glorioso (1 P 1,8) al cual muchos desean llegar, y ustedes saben que han sido salvados por gracia, no por sus obras, sino por la voluntad de Dios por Jesucristo (Ef 2,5.8-9).

 

Por tanto, cíñanse sus cinturas y sirvan a Dios en el temor y la verdad (1 P 1,13; ver Sal 2,11) dejando a un lado las palabras falsas y el error de la multitud, creyendo en Aquel que ha resucitado a nuestro Señor Jesucristo de entre los muertos, y le ha dado la gloria (1 P 1,21), y un trono a su derecha. (Aquí el vocablo multitud se refiere evidentemente a los no cristianos, particularmente a la multitud de los paganos, a los que Policarpo asocia los herejes con sus vanas especulaciones seductoras. (Ver 1 Tm 1,6; Tito 3,9.) A él le esta todo sometido, en el cielo y sobre la tierra (ver Flp 2,10; 3,21); a él le obedece todo lo que respira, él vendrá a juzgar a vivos y muertos (Hch 10,42), y Dios pedirá cuenta de su sangre a quienes no aceptan creer en él. 2 Aquel que lo ha resucitado de entre los muertos, también nos resucitara a nosotros (2 Co 4,14), si hacemos su voluntad y caminamos en sus mandamientos, y si amamos lo que él amó, absteniéndonos de toda injusticia, arrogancia, amor al dinero, murmuración, falso testimonio, no devolviendo mal por mal, injuria por injuria (1 P 3,9), golpe por golpe, maldición por maldición, 3 acordándonos de lo que nos ha enseñado el Señor, que dice: "No juzguen, para no ser juzgados; perdonen y se les perdonara; hagan misericordia para recibir misericordia; la medida con que midan se usara también con ustedes, y bienaventurados los pobres y los que son perseguidos por la justicia, porque de ellos es el reino de Dios. "(Policarpo combina varias reminiscencias evangélicas, si es que se puede hablar así: Mt 7,1; Lc 6,37; Mt 5,7; Lc 6,38; Mt 5,3.10; Lc 6,20.)"

 

Fe, esperanza y caridad

No es por mí mismo, hermanos, que les escribo esto sobre la justicia, sino porque ustedes primero me invitaron. 2 Porque ni yo, ni otro como yo, podemos acercarnos a la sabiduría del bienaventurado y glorioso Pablo, que estando entre ustedes, hablándoles cara a cara a los hombres de entonces (sobre el asunto de la predicación de Pablo en Filipos, ver Hch 16,12-40), enseñó con exactitud y con fuerza la palabra de verdad, y luego de su partida les escribió una carta; si la estudian atentamente podrán crecer en la fe que les ha sido dada; 3 ella es la madre de todos nosotros, seguida de la esperanza y precedida del amor por Dios, por Cristo y por el prójimo. El que permanece en estas virtudes ha cumplido los mandamientos de la justicia; pues el que tiene la caridad esta lejos de todo pecado. (No debe leerse este pasaje como si Policarpo estableciese una relación teológica entre las virtudes teologales, más bien apunta a poner de relieve su dignidad; ver 1 Co 13,14.)

 

Que todos lleven una vida digna de la fe que profesan

El principio de todos los males es el amor al dinero. (Ver 1 Tm 6,10. La reacción fuerte de Policarpo contra la avaricia, como un vicio totalmente opuesto al espíritu del Evangelio, es uno de los temas principales de la carta. Puede tomarse como punto de partida para una reflexión sobre la cuestión en la Iglesia de nuestros días.) Sabiendo, por tanto, que nada hemos traído al mundo y que no nos podremos llevar nada (1 Tm 6,7), revistámonos con las armas de la justicia (ver 2 Co 6,7), y aprendamos primero nosotros mismos a caminar en los mandamientos del Señor.

Después, enseñen a sus mujeres a caminar en la fe que les ha sido dada, en la caridad, en la pureza, a amar a sus maridos con toda fidelidad, a amar a todos los otros igualmente con toda castidad y a educar a sus hijos en el conocimiento del temor de Dios. (El párrafo entero parece inspirarse en ciertas exhortaciones paulinas; ver Ef 5,21; 6,4; Col 3,18, entre otras. Ver asimismo la Primera carta de Clemente a los Corintios 1,3; 21,6ss.)

Que las viudas sean sabias en la fe del Señor, que intercedan sin cesar por todos, que estén lejos de toda calumnia, murmuración, falso testimonio, amor al dinero y de todo mal; sabiendo que son el altar de Dios, que al examinar todo y que nada se le oculta de nuestros pensamientos, de nuestros sentimientos, de los secretos de nuestro corazón (ver 1 Co 14,25). (Para el tema de las viudas en la Iglesia primitiva ver 1 Tm 5,13-16; Tito 2,3-4; Tertuliano llegar a decir que ellas son "aram Dei mundam", Ad uxorem 1,7.)

Sabiendo que de Dios nadie se burla (Ga 6,7), debemos caminar de una forma digna de sus mandamientos y de su gloria.

Igualmente que los diáconos sean irreprochables delante de su justicia, como servidores de Dios y de Cristo, y no de los hombres: ni calumnia, ni doblez, ni amor al dinero; sino castos en todas las cosas, misericordiosos, solícitos, caminando según la verdad del Señor que se ha hecho el servidor de todos. (Para los diáconos, ver 1 Tm 3,8-13. Sobre Cristo servidor de todos, ver Mt 20,28. Ignacio de Antioquía se refiere a menudo a los diáconos en sus cartas [ver Magn. 6,1; Trall. 2,3; Esmir. 10,1].) Si le somos agradables en el tiempo presente, Él nos dará a cambio el tiempo venidero, puesto que nos ha prometido resucitarnos de entre los muertos y que, si nuestra conducta es digna de Él, también reinaremos con Él (2 Tm 2,12), si al menos tenemos fe.

Del mismo modo, que los jóvenes sean irreprochables en todo, velando ante todo por la pureza, refrenando todo mal que esté en ellos. Porque es bueno cortar los deseos de este mundo, pues todos los deseos combaten contra el espíritu (ver 1 P 2,11), y ni los fornicadores, ni los afeminados, ni los sodomitas tendrán parte en el reino de Dios (ver 1 Col 6,9-10), ni aquellos que hacen el mal. Por eso deben abstenerse de todo esto y estar sometidos a los presbíteros y a los diáconos como a Dios y a Cristo. (Sobre el tema de la obediencia a los presbíteros [los ancianos], ver 1 P 5,5; Ignacio de Antioquía, Ep. a los Trall. 3,2.)

Las vírgenes deben caminar con una conciencia irreprensible y pura.

Los presbíteros

También los presbíteros deben ser misericordiosos, compasivos con todos; que devuelvan al recto camino a los descarriados, que visiten a todos los enfermos, sin olvidar a la viuda, al huérfano, al pobre, sino pensando siempre en hacer el bien delante de Dios y de los hombres. (Ver Pr 3,4; Rm 12,17; 2 Co 8,21. La teología pastoral-moral que expone Policarpo tiene mucha similitud con la que hallamos en 1 Tm 3,2-7; Tito 1,6-9, e Ignacio de Antioquía, Ep. a Policarpo 4-5.) Que se abstengan de toda cólera, acepción de personas, juicio injusto; que estén alejados del amor al dinero, que no piensen mal rápidamente de alguien, que no sean duros en sus juicios, sabiendo que todos somos deudores del pecado.

Si pedimos al Señor que nos perdone, también nosotros debemos perdonar, pues estamos ante los ojos de nuestro Señor y Dios, y todos deberemos comparecer ante el tribunal de Cristo, y cada uno deberá dar cuenta de sí mismo (ver Rm 14,10-12).

Por tanto, sirvámosle con temor y mucha circunspección, conforme él nos lo ha mandado, al igual que los apóstoles que nos han predicado el Evangelio y los profetas que nos anunciaron la venida de nuestro Señor. Seamos celosos para lo bueno, evitemos los escándalos, los falsos hermanos y los que llevan con hipocresía el nombre del Señor, haciendo errar a los cabezas huecas [kenoys anthrópoys, literalmente: hombres vacíos].

Advertencia contra el docetismo

Todo, en efecto, el que no confiesa que Jesucristo vino en la carne es un anticristo, y el que no acepta el testimonio de la cruz es del diablo, y el que tergiversa las palabras del Señor según sus propios deseos y niega la resurrección y el juicio, ése es el primogénito de Satanás. (Ver 1 Jn 4,2-3. Los docetistas negaban la realidad de la carne de Cristo; por tanto, no admitían su pasión y resurrección, haciendo así vano el testimonio de la cruz [ver 1 Jn 5,6-8; Jn 19-20; Ignacio de Antioquía, Mag. 11; Trall. 9-11; Esmir. 1-7].)

Por eso, abandonemos los vanos discursos de las multitudes y las falsas doctrinas, y volvamos a la enseñanza que nos ha sido transmitida desde el principio. Permaneciendo sobrios para la oración (ver 1 P 4,7), constantes en los ayunos, suplicando en nuestras oraciones a Dios, que lo ve todo, que no nos introduzca en la tentación (Mt 6,13), pues el Señor ha dicho: El espíritu esta dispuesto, pero la carne es débil (Mt 26,41).

Esperanza y paciencia

Perseveremos constantemente en nuestra esperanza (Cristo nuestra esperanza: ver 1 Tm 1,1; Col 1,27; Ignacio de Antioquía, Ef. 1,2; 21,2; Mag. 11; Flp. 11,2.) y en las primicias de nuestra justicia, que es Jesucristo, que llevó al madero nuestros pecados en su propio cuerpo (ver 1 P 2,24), él, que no había cometido pecado, en quien no se había encontrado falsedad en su boca (1 P 2,22). Pero por nosotros, para que nosotros viviéramos en él, lo soportó todo.

Seamos, pues, los imitadores de su paciencia, y si sufrimos por su nombre, glorifiquémoslo. Porque éste es el ejemplo que él nos ha dado en sí mismo, y esto es lo que nosotros hemos creído (ver 1 P 4,16; 2,21).

Los exhorto a todos a obedecer a la palabra de justicia, y a perseverar con toda paciencia, la que han visto con sus ojos no sólo en los bienaventurados Ignacio, Zósimo y Rufo, sino también en otros de entre ustedes, en Pablo mismo y en los demás apóstoles. 2 Convencidos de que todos éstos no han corrido en vano (Ga 2,2; Flp 2,16), sino en la fe y la justicia, y que están en el lugar que les corresponde junto al Señor con los que han sufrido. Ellos no amaron este siglo presente (ver 2 Tm 4,10), sino a aquel que murió por nosotros y que Dios resucitó por nosotros.

Caridad fraterna

(A partir de este capítulo no tenemos el texto griego de la carta, sino una antigua versión latina)

Permanezcan, por tanto, en estos (sentimientos) e imiten el ejemplo del Señor, firmes e inconmovibles en la fe, amando a los hermanos, amándose unos a otros, unidos en la verdad, teniéndose paciencia unos a otros con la mansedumbre del Señor, no despreciando a nadie. (En este párrafo [X,1] Policarpo combina varios pasajes del NT: Col 1,23; 1 Co 15,58; 1 P 2,17; 3,8; 5,9; Jn 13,34; Rm 13,8.)

Cuando puedan hacer el bien, no lo posterguen, pues la limosna libera de la muerte (Tb. 12,9). Todos ustedes estén sometidos los unos a los otros, teniendo una conducta irreprensible entre los paganos, para que por sus buenas obras (también) reciban la alabanza y el Señor no sea blasfemado por causa de ustedes (ver 1 P 2,12). 3 Pero pobre de aquel por quien sea blasfemado el nombre del Señor (ver Is 52,5). Enseñen, pues, a todos la sobriedad en la que viven ustedes mismos. (Sobriedad [sobrietas, s"phrosynŠ]: comprende también la salud espiritual, el sentido común y la moderación, junto con el control de los sentidos, la templanza y la castidad. Ver Rm 12,3; 1 Tm 2,9.15 [s"phrosynŠ unida a la fe, caridad y santidad]. Ver asimismo Ignacio de Antioquía, Ef. 10,3 [la une a la pureza].)

El caso de Valente

(De este presbítero sólo conocemos aquello que nos dice Policarpo: arrastrado por la avaricia, el amor al dinero, se vio envuelto en una falta grave que le significó la destitución de su ministerio. Sobre la avaricia como una forma de idolatría y una suerte de impureza, ver Ef 5,5; Col 3,5)

Estoy muy apenado por Valente, que fue presbítero por algún tiempo entre ustedes, (al ver) que ignora hasta tal punto el cargo que se le había dado. Por tanto, les advierto que se abstengan de la avaricia y que sean castos y veraces. Absténganse de todo mal. 2 Quien no se puede gobernar a sí mismo en esto, ¿cómo puede enseñarlo a los otros? Si alguno no se abstiene de la avaricia, se dejará manchar por la idolatría y ser contado entre los paganos que ignoran el juicio del Señor (ver Jr 5,4). ¿O acaso ignoramos que los santos juzgarán al mundo, como lo enseña Pablo? (ver 1 Co 6,2).

Yo no oí ni vi nada semejante en ustedes, entre quienes trabajó el bienaventurado Pablo, ustedes que están al comienzo de su epístola. (Estas palabras, de las que no tenemos el texto griego, son poco claras, y de difícil explicación. Se han presentado tres soluciones: 1) leer evangelio en vez de epístola: los Filipenses son las primicias de la predicación del evangelio en Grecia [ver Flp 4,15]; 2) a partir de 2 Co 3,2, comprender que los Filipenses fueron, desde el inicio, la carta de recomendación de Pablo; 3) suponer una errónea traducción del griego y leer: "ustedes fueron alabados por Pablo al inicio de la carta que él les escribió" [ver Flp 1,3-9].) De ustedes, en efecto, él se gloría delante de todas las iglesias (ver 2 Ts 1,4), las únicas que entonces conocían a Dios, puesto que nosotros todavía no lo conocíamos. (El evangelio fue predicado en Esmirna después de la conversión de los Filipenses. La primera mención de Esmirna, en campo cristiano, la hallamos en Ap 2,8.)

Así, pues, hermanos, estoy muy triste por él y por su esposa, a ellos les conceda el Señor la penitencia verdadera (ver 2 Tm 2,25). Ustedes sean sobrios, también en esto, y no los consideren como a enemigos (ver 2 Ts 3,15), sino que vuelvan a llamarlos como a miembros sufrientes y extraviados. Haciendo esto se construyen a sí mismos. (Idéntica actitud hacia los pecadores manifiesta Ignacio de Antioquía, Ef. 10,1-3. Sobre la Iglesia como cuerpo viviente que se construye por medio del crecimiento de cada uno de sus miembros, ver Ef 4,15-16; Col 2,19; Ignacio de Antioquía, Esmir. 11.)

Recomendaciones finales

Confío en que están bien ejercitados en las santas Escrituras, y que nada ignoran. Yo, por mi parte, no tengo este don. Ahora (les digo), como esta dicho en las Escrituras: Enójense y no pequen, y que el sol no se ponga sobre su ira (Sal 4,5; Ef 4,26). Feliz quien se acuerda. Creo que sucede así con ustedes.

Que Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, y él mismo, el pontífice eterno, el Hijo de Dios, Jesucristo (ver Hb 6,20; 7,13), los edifiquen en la fe y en la verdad, en toda mansedumbre, sin cólera, en paciencia y en magnanimidad, en tolerancia y en castidad. Y les den parte en la herencia de sus santos (ver Col 12,12; Hch 8,21. Los santos son los cristianos. Se trata de un término heredado del AT [ver, por ejemplo, Ex 19,6], y que aparece con bastante frecuencia en el NT [ver 1 Co 6,1; 2 Co 1,1; Ef 2,19; 3,8; Flp 4,22]. Junto con hermanos, creyentes, discípulos, se convertirá en un nombre propio para designar a los cristianos [ver Ignacio de Antioquía, Magn. 4,1].), y a nosotros con ustedes, y a todos los que están bajo el cielo, que creen en nuestro Señor Jesucristo y en su Padre, que lo resucitó de entre los muertos.

Oren por todos los santos. Oren también por los reyes, por las autoridades y los príncipes, por los que los persiguen y los odian, y por los enemigos de la cruz (ver Mt 5,44; 1 Tm 2,2; Jn 15,16; 1 Tm 4,15; St 1,4; Col 2,10; Flp 3,18.); de modo que su fruto sea manifiesto para todos, y ustedes sean perfectos en él.

Un trozo de la primera carta a los Filipenses

(Del capítulo 13 se conserva el texto griego merced a Eusebio de Cesárea, HE III,36,14-15. P. N. Harrison, Polycarp's two Epistles to the Philippians, Cambridge, 1936, separó todo este capítulo 13, considerándolo una esquela de Policarpo respondiendo a una carta de los Filipenses. El resto de la actual epístola [caps. 1-12.14] sería una carta de consejo y exhortación escrita mas tarde [según Harrison mucho m s tarde]. Tendríamos, por tanto, dos epístolas de Policarpo, las cuales habrían sido reunidas en una sola ya antes de Eusebio de Cesárea. En la actualidad los especialistas aceptan la hipótesis de Harrison, pero señalan que la segunda carta [la "larga"] debe colocarse en una fecha muy próxima a la primera [la "breve"]).

Ustedes e Ignacio me han escrito, para que si alguien va a Siria también lleve la carta de ustedes. Lo haré, si encuentro una ocasión favorable, sea yo mismo, sea aquel que enviaré para que nos represente. (Ignacio de Antioquía le había pedido a Policarpo que enviase un mensajero a Antioquía, a fin de llevarles a los cristianos sus felicitaciones y animándolos [ver Ep. a Policarpo 7,2; 8,1]. La comunidad de Filipos, según parece, les había escrito a los Antioquenos con idéntica finalidad. Policarpo responde con esta primera carta.)

Conforme me lo pidieron, les mandamos las cartas de Ignacio, las que él nos envió y todas las demás que tenemos entre nosotros. Ellas van unidas a la presente carta, y ustedes podrán obtener gran provecho; porque ellas contienen fe, paciencia y toda edificación relacionada con nuestro Señor. Hágannos saber lo que sepan con certeza del mismo Ignacio y de sus compañeros. ("Les mandamos las cartas de Ignacio." Esta frase parece indicar que, con mucha probabilidad, muy pronto se formó un corpus de las cartas de Ignacio. Policarpo no tenía dificultad en reunir todas las epístolas de Ignacio a las iglesias de Asia. Esto permite conjeturar que no formaba parte del corpus la carta a los Romanos, que ha sido transmitida de forma independiente. - Desde "Hágannos saber..." el texto sólo se conserva en latín. "Ignacio y sus compañeros" es la traducción de "qui cum eo sunt").

Despedida

(A partir de este capítulo se retoma el texto, en su versión latina, de la segunda carta. Crescente no es el secretario de Policarpo, sino el portador de la carta [ver Ignacio de Antioquía, Rom. 10,1; Filad. 11,2; Esmir. 12,1])

Les escribo esto por Crescente, a quien recientemente les recomendé y ahora (de nuevo) les recomiendo. Se ha conducido entre nosotros de forma irreprochable; y creo que lo hará entre ustedes de la misma manera. También les recomiendo su hermana, cuando ella llegue entre ustedes. Sean perfectos en el Señor Jesucristo, y en su gracia con todos los suyos. Amén. (También se podría traducir, esta última frase, por "Compórtense bien en el Señor Jesucristo" [Incolumes estote in domino Iesu Christo]).



lunes, 29 de noviembre de 2021

TE JOSEPH CELEBRENT (Himno)


 


TE JOSEPH CELEBRENT

(Himno)

¡Oh José! que los coros celestiales celebren tus grandezas, / que los cantos de todos los cristianos hagan resonar sus alabanzas. / Glorioso ya por tus méritos, te uniste por una casta alianza / a la Augusta Virgen.

Cuando, dominado por la duda y la ansiedad, / te asombras del estado en que se halla tu esposa / un Ángel viene a decirte que el Hijo que Ella ha concebido / es del Espíritu Santo.

El Señor ha nacido, y le estrechas en tus brazos; / partes con El hacia las lejanas playas de Egipto; / después de haberle perdido en Jerusalén, le encuentras de nuevo; así tus gozos van mezclados con lágrimas.

Otros son glorificados después de una santa muerte, / y los que han merecido la palma son recibidos en el seno de la gloria; pero tú, por un admirable destino, semejante a los Santos, y aún más dichoso, / disfrutas ya en esta vida de la presencia de Dios.

¡Oh Trinidad Soberana! oye nuestras preces, concédenos el perdón; / que los méritos de José nos ayuden a subir al cielo, para que nos sea dado cantar para siempre el cántico de acción de gracias y de felicidad. Amén.


. Se trata de un himno escrito originalmente en latín y que suele utilizarse en las vísperas de las festividades de San José (19 de marzo) y San José obrero (1 de mayo).

 

sábado, 30 de octubre de 2021

Propuesta de oración para contrarrestar el Halloween


  

Invitación del padre Ghislaín para contrarrestar la fiesta de Halloween

 

Rezar el Credo 7 veces, durante 7 días o al menos en la víspera del 31 octubre.

 

El Credo de los Apóstoles

 

      Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre Todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.

    Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

 

LETANÍA DE LOS SANTOS

 

1. Señor, ten piedad. / Señor, ten piedad.

2. Cristo, ten piedad. / Cristo, ten piedad.

3. Señor, ten piedad. / Señor, ten piedad.

 

4. Santa María, Madre de Dios,

/ Ruega por nosotros.

5. San Miguel,

/ Ruega por nosotros

6. Santos ángeles de Dios,

/ Rogad por nosotros.

7. San Juan Bautista,

/ Ruega por nosotros.

8. San José,

/ Ruega por nosotros.

9. Santos Pedro y Pablo,

/ Rogad por nosotros.

10. San Andrés,

/ Ruega por nosotros.

11. San Juan,

/ Ruega por nosotros.

12. Santa María Magdalena,

/ Ruega por nosotros.

13. San Esteban,

/ Ruega por nosotros.

14. San Ignacio de Antioquía,

/ Ruega por nosotros.

15. San Lorenzo,

/ Ruega por nosotros.

16. Santas Perpetua y Felicidad,

/ Rogad por nosotros.

17. Santa Inés,

/ Ruega por nosotros.

18. San Gregorio,

/ Ruega por nosotros.

19. San Agustín,

/ Ruega por nosotros.

20. San Atanasio,

/ Ruega por nosotros.

21. San Basilio,

/ Ruega por nosotros.

22. San Martín,

/ Ruega por nosotros.

23.San Benito,

/ Ruega por nosotros.

24. Santos Francisco y Domingo,

/ Rogad por nosotros.

25. San Francisco Javier,

/ Ruega por nosotros.

26. San Juan María Vianney,

/ Ruega por nosotros.

27. Santa Catalina de Siena,

/ Ruega por nosotros.

28. Santa Teresa de Avila,

/ Ruega por nosotros.

29. San Raimundo de Peñarfort,

/ Ruega por nosotros.

30. Santos y Santas de Dios,

/ Rogad por nosotros.

 

31. Muéstrate propicio,

/ Líbranos, Señor.

32. De todo mal,

/ Líbranos, Señor.

33. De todo pecado,

/ Líbranos, Señor.

34. De la muerte eterna,

/ Líbranos, Señor.

35. Por tu encarnación,

/ Líbranos, Señor.

36. Por tu muerte y resurrección,

/ Líbranos, Señor.

37. Por el envío del Espíritu Santo,

/ Líbranos, Señor.

38. Nosotros, que somos pecadores,

/ Te rogamos, óyenos.

39. Jesús, Hijo de Dios vivo,

/ Te rogamos, óyenos

40. Cristo, óyenos

/ Cristo, óyenos.

41. Cristo, escúchanos.

/ Cristo, escúchanos.

 

   Padre nuestro (en secreto).

 

  V.   Y no nos dejes caer en la tentación.

  R.   Líbranos señor de todo mal. Amén



martes, 3 de agosto de 2021

CONSAGRACIÓN A SAN JOSÉ

 

 

CONSAGRACIÓN A SAN JOSÉ


¡O glorioso Patriarca y Patrono de la Iglesia! ¡O Virgen Esposo de la Virgen Madre de Dios! ¡O Guardián y Padre Virginal del Verbo Encarnado! En la presencia de Jesús y María, os elijo este día como mi padre, mi guardián y mi protector.

O gran San José, a quien Dios ha hecho la cabeza de la Sagrada Familia, acéptame, te ruego, aunque totalmente indigno, a ser miembro de tu "Santa Casa". Preséntame a tu Esposa Inmaculada; pedirle también me adopte como su hijo. Con ella, oren para que yo pueda pensar constantemente en Jesús y servirle fielmente hasta el fin de mi vida. O Terror de los Demonios, aumenta en mí la virtud, protégeme del maligno, y ayúdame a no ofender a Dios de ninguna manera.

O mi Padre Espiritual, en este día me consagro a ti. En la fiel imitación de Jesús y María, me entrego y pongo todas mis preocupaciones bajo tu cuidado y protección. A ti, después de Jesús y María, consagro mi cuerpo y mi alma, con todas sus facultades, mi crecimiento espiritual, mi hogar, y todos mis trabajos y responsabilidades.

No me abandones, pero adóptame como siervo e hijo de la Sagrada Familia. Cuídame en todo momento, pero especialmente en la hora de mi muerte. Consuélame y fortaléceme con la presencia de Jesús y María para que, con ustedes, pueda alabar y adorar a la Santísima Trinidad por toda la eternidad. Amén.

¡San José, ruega por nosotros!


LOS SIETE JÚBILOS Y PENAS DE SAN JOSÉ

 


LOS SIETE JÚBILOS Y PENAS DE SAN JOSÉ


1. La pena que San José tuvo cuando estuvo dispuesto a descartar a su esposa sin mancilla. El júbilo que tuvo cuando el arcángel le reveló el misterio sublime de la Encarnación.

2. La pena que San José tuvo cuando vio al Infante Jesús nacido en una pobreza lamentable. El júbilo que tuvo al escuchar la armonía de los coros angelicales, y el contemplar la gloria de esa noche.

3. La pena que San José tuvo cuando la Preciosa Sangre del Infante Salvador fue derramada en Su circuncisión. El júbilo otorgado con el Nombre de Jesús.

4. La pena que San José tuvo ante la profecía de Simeón predicando los sufrimientos de Jesús y María. El júbilo dado, al mismo tiempo, de la predicción de la salvación y la gloriosa resurrección de almas innumerables.

5. La pena que San José tuvo ante su dura tarea en nutrir y servir al Hijo del Altísimo, especialmente en el vuelo que el hizo con El al Egipto. El júbilo que tuvo al tenerlo a Dios siempre presente con el, y el ver el derrocamiento de los ídolos de Egipto.

6. La pena que San José tuvo por el temor al Arquelao. El júbilo que tuvo cuando regresó con Jesús del Egipto a Nazaret, y la aseguranza del ángel.

7. La pena que San José tuvo, aunque sin culpa por su parte, cuando lo perdió a Jesús, el santo Niño, y lo buscó con tremenda angustia durante tres días. El júbilo que sintió al encontrarlo en medio de los doctores en el Templo.


Treintena a San José

 

 

TREINTENA A SAN JOSÉ


¡Oh amabilísimo Patriarca, Señor San José! Desde el abismo de mi pequeñez, dolor y ansiedad, os contemplo con emoción y alegría de mi alma en vuestro solio del cielo, como gloria y gozo de los Bienaventurados, pero también como padre de los huérfanos en la tierra, consolador de los tristes, amparador de los desvalidos, gozo y amor de tus devotos ante el trono de Dios, de tu Jesús y de tu santa Esposa.

Por eso yo, pobre, desvalido, triste y necesitado, a Vos dirijo hoy y siempre mis lágrimas y penas, mis ruegos y clamores del alma, mis arrepentimientos y mis esperanzas; y hoy especialmente os traigo ante vuestro altar y vuestra imagen una pena que consoléis, un mal que remediéis, una desgracia que impidáis, una necesidad que socorráis, una gracia que obtengáis para mí y para mis seres queridos.

Y para conmoveros y obligaros a oírme y conseguírmelo, os lo pediré y demandaré durante treinta días continuos en reverencia a los treinta años que vivisteis en la tierra con Jesús y María, y os lo pediré, urgente y confiadamente, invocando todos los títulos que tenéis para compadeceros de mí y todos los motivos que tengo para esperar que no dilataréis el oír mi petición y remediar mi necesidad; siendo tan cierta mi fe en vuestra bondad y poder, que al sentirla os sentiréis también obligado a obtener y darme más aún de lo que os pido, y deseo.


1.- Os lo pido por la bondad divina que obligó al Verbo Eterno a encarnarse y nacer en la pobre naturaleza humana, como Dios de Dios, Dios Hombre, Dios del Hombre, Dios con el Hombre.

2.- Os lo suplico por vuestra ansiedad de sentiros obligado a abandonar a vuestra santa Esposa, dejándola sola, y yendo solo sin ella.

3.- Os lo ruego por vuestra resignación dolorosísima para buscar un establo y un pesebre para palacio y cuna de. Dios, nacido entre los hombres, que le obligan a nacer entre animales.

4.- Os lo imploro por la dolorosísima y humillante circuncisión de vuestro Jesús, y por el santo y dulcísimo nombre que le impusisteis por orden del Eterno para consuelo, amor y esperanza nuestra.

5.- Os lo demando por vuestro sobresalto al oír del Ángel la muerte decretada contra vuestro Hijo Dios, por vuestra obedentísima huida a Egipto, por las penalidades y peligros del camino, por la pobreza del destierro, y por vuestras ansiedades al volver de Egipto a Nazaret.

6.- Os lo pido por vuestra aflicción dolorosa de tres días al perder a vuestro Hijo, y por vuestra consolación suavísima al encontrarle en el templo; por vuestra felicidad inefable de los treinta años que vivisteis en Nazaret con Jesús y María sujetos a vuestra autoridad y providencia.

7.- Os lo ruego y espero por el heroico sacrificio, con que ofrecisteis la víctima de vuestro Jesús al Dios Eterno para la cruz y para la muerte por nuestros pecados y nuestra redención.

8.- Os lo demando por la dolorosa previsión, que os hacía todos los días contemplar aquellas manos infantiles, taladradas un día en la Cruz por agudos clavos; aquella cabeza que se reclinaba dulcísimamente sobre vuestro pecho, coronada de espinas; aquel cuerpo divino que estrechabais contra vuestro corazón, ensangrentado y extendido sobre los brazos de la Cruz; aquel último momento en que le veíais expirar y morir por mí, por mi alma, por mis pecados.

9.- Os lo pido por vuestro dulcísimo tránsito de esta vida en los brazos de Jesús y María. y vuestra entrada en el Limbo de los Justos en el cielo, donde tenéis vuestro trono de poder.

10.- Os lo suplico por vuestro gozo y vuestra gloria, cuando contemplasteis la Resurrección de vuestro Jesús, su subida y entrada en los cielos y su trono de Rey inmortal de los siglos.

11.- Os lo demando por vuestra dicha inefable cuando visteis salir del sepulcro a vuestra santísima Esposa, resucitada, y ser subida a. los cielos por ángeles, y coronada por el Eterno, y entronizada en un solio junto al vuestro como Madre, Señora y Reina de los ángeles y hombres.

12.- Os lo pido y ruego y espero confiadamente por vuestros trabajos, penalidades y sacrificios en la tierra, y por vuestros triunfos y gloria feliz bienaventuranza en el Cielo con vuestro Hijo Jesús y vuestra esposa Santa María.


¡Oh mi buen San José! Yo, inspirado en las enseñanzas de la Iglesia Santa y de sus Doctores y Teólogos y en el sentido universal del pueblo cristiano, siento en mí una fuerza misteriosa, que me alienta y obliga a pediros y suplicaros y esperar me obtengáis, de Dios la grande y extraordinaria gracia que voy a poner ante este tu altar e imagen y ante tu trono de bondad y poder en el Cielo: la espero, Santo Patriarca.

(Aquí, levantado el corazón a lo alto, se le pedirá al Santo con amorosa instancia la gracia que se desea.)

Obtenedme también para los míos y los que me han pedido ruegue por ellos, todo cuanto desean y le es conveniente. San José rogad por nosotros: Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.


ORACIÓN: Oh Dios, que con inefable providencia te dignaste escoger al bienaventurado José por Esposo de tu Madre Santísima; concédenos que, pues le veneramos como protector en la tierra, merezcamos tenerle como intercesor en los cielos. Oh Dios, que vives y reinas en los siglos de los siglos. Amén.

(Con licencia Eclesiástica)


ORACIÓN A SAN JOSÉ

A vos recurrimos en nuestra tribulación, bienaventurado José; y después de haber implorado el auxilio de vuestra Santísima Esposa, solicitamos también confiadamente vuestro Patrocinio.

Por el afecto que os unió a la Virgen Inmaculada, Madre de Dios; por el amor paternal que profesasteis al Niño-Jesús, os suplicamos que volváis benigno los ojos a la herencia que Jesucristo conquistó con su Sangre, y que nos socorráis con vuestro poder en nuestras necesidades. 

Proteged, prudentísimo Custodio de la Divina Familia, el linaje escogido de Jesucristo; preservadnos Padre amantísimo, de todo contagio de error y corrupción, sednos propicio y asistidnos desde el Cielo, poderosísimo Protector nuestro, en el combate que al presente libramos contra el poder de las tinieblas. Y del mismo modo que, en otra ocasión, librasteis del peligro de la muerte al Niño Jesús, defended ahora a la Santa Iglesia de Dios, contra las asechanzas de sus enemigos y contra toda adversidad. Amparad a cada uno de nosotros con vuestro perpetuo patrocinio; a fin de que, siguiendo vuestros ejemplos, y sostenidos por vuestros auxilios, podamos vivir santamente, morir piadosamente y obtener la felicidad eterna del Cielo. Amén.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.


EXPLICACIÓN: DEVOCIÓN DE LOS TREINTA DÍAS AL PATRIARCA SAN JOSÉ EN REVERENCIA DE LOS TREINTA AÑOS QUE VIVIÓ CON JESÚS Y MARÍA EN LA TIERRA

La devoción al Patriarca San José está muy sobre las devociones a los Ángeles y Santos y entra en un orden superior, en el orden de la Trinidad de la tierra, como mediadora ante la Trinidad del Cielo.

Una de las devociones más expresivas de la veneración y confianza del pueblo cristiano en el poder y bondad de San José, es la llamada de los Treinta Olas en reverencia de los treinta años que vivió en la tierra en compañía de Jesús y la Virgen María. Tuvo su origen en los Estados Unidos de Norte América, donde ella ha alcanzado la más ferviente y universal popularidad; y de allí ha ido introduciéndose en las naciones de Europa.

Basta la lectura de la Oración para tenerla como muy cristiana y teológica, y como muy recomendable y eficaz para conmover ese poder y bondad del Santo Patriarca, y para alcanzar por su medio las gracias espirituales o temporales, las más difíciles y extraordinarias.

Las razones de esta afirmación son las siguientes:

a) La materia doctrinal de esa Oración es la más teológica y completa.

b) El fin general de ella, el más devoto y grato al Santo: honrar la memoria de los treinta años que vivió con Jesús y María en la tierra.

c) Los títulos que se invocan, poderosísimos para mover el corazón del Santo.

d) La forma ferviente en que está escrita, da fe vivísima, de ternura sensible y de urgente e irresistible instancia . . .; es el alma toda la que en todas sus frases pide y suplica, gime y llora, conmueve y triunfa de las resistencias del mismo Dios.

e) Y si a todo esto se añade la insistencia y perseverancia durante treinta días en tan larga y vehemente súplica del alma, no será temerario afirmar según el dogma católico que es una oración teológica y cristiana, eficaz e irresistible.

f) No hay en ella nada de superstición o revelación o infalibilidad o algo imposible o impropio. Por lo contrario, lo que se pide y se confía conseguir es sencillamente algo muy conveniente y necesario, aunque difícil y extraordinario; pero nada de milagros infalibles, y a plazos fijos, y por modos y prácticas supersticiosas. Todo está fundado en el dogma católico de la oración e intercesión de los Santos, y en la creencia y confianza del cristiano en el poder y bondad del Santo Patriarca. Es una Novena, pero de treinta días, muy a propósito para promover la devoción al Santo y la confianza en El.

La práctica de esta devoción ha de ser muy sencilla. Récese la oración treinta días consecutivos; y será más eficaz rezarla ante la imagen o altar del Santo; pero cuando eso no sea posible, puede rezarse en la casa particular. Se recomienda mucho la comunión, al menos los miércoles de esos treinta días. Finalmente se ruega la comunicación de las gracias obtenidas para su publicación en la Revista “San José”.

Se edita esta Hoja de Acción de Gracias por una gracia extraordinaria pedida urgentemente al Santo Patriarca durante los Treinta Días, y recibida con singulares señales de manifiesta providencia el mismo día de !a última fiesta de su Patrocinio; y por eso mismo con el fin de invitar a todas las personas necesitadas espiritual o temporalmente (¿Quién no lo está alguna vez en la vida?) a impetrar del Santo alguna gracia extraordinaria por medio de esa práctica piadosa de los TREINTA DÍAS. Quién duda de ello, pruébelo por sí mismo, diremos con Santa Teresa: y será un propagador de esta devoción.