San Moisés, santo del AT
El santoral celebra, como
cada día, la vida de aquellos que han sido reconocidos por la Iglesia Católica
como santos o beatos. Hoy, 4 de septiembre, el calendario recuerda a San
Moisés, el libertador del pueblo de Israel. La historia de Moisés es quizá uno
de los relatos más célebres del segundo libro de la Biblia.
Fecha: 4 de septiembre
Canonización: bíblico
Hagiografía: Abel
Della Costa
Elogio: Memoria
de san Moisés, profeta, a quien Dios eligió para liberar al pueblo oprimido en
Egipto y conducirlo a la tierra de promisión. También se le reveló en el monte
Sinaí, diciéndole: «Yo soy el que soy», y le propuso la Ley para regir la vida
del pueblo elegido. Murió lleno de días en el monte Nebo, en tierra de Moab, a
las puertas de la tierra de promisión.
Moisés está, qué duda cabe,
entre los más grandes personajes bíblicos; su figura es polifacética e
inclasificable para la propia Biblia: fundador religioso, libertador, profeta,
legislador, es difícil encontrar una de estas categorías que lo tengan con
mayor presencia que las otras. Sin embargo, al menos para cierta tradición
bíblica, la frase que posiblemente mejor define a Moisés, y que se repite como
un estribillo en varios textos es «siervo de Yahvé». Y es que Moisés es eso:
alguien que ha estado a disposición completa de Dios, incluso cuando no veía
clara su misión, o cuando se le presentaban dudas y vacilaciones. Si desde el
punto de vista humano puede hablarse de un genio religioso que ha creado una
obra imperecedera, no es menos cierto que nunca se atribuye a sí ninguna clase
de mérito en esa creación, sino sólo el repetir aquello que percibía como dicho
por el propio Dios.
«No ha vuelto a surgir en
Israel un profeta como Moisés, a quien Yahvé trataba cara a cara» (Dt 34,10)
Con estas bellas palabras Deuteronomio borda el epitafio de Moisés. Pero esas
mismas palabras nos tienen que advertir que lo que leemos sobre Moisés en la
Biblia está teñido de la grandilocuencia propia de la leyenda y de la saga
heroica. No hay sobre Moisés fuentes biográficas contemporáneas, ni directas ni
indirectas, ni dentro ni fuera de la Biblia. Todo lo que leemos sobre él
proviene de la Biblia, que, desde el punto de vista histórico, es un documento
muy posterior al personaje, y donde esa posterioridad implica además, como ya
he señalado, la conversión del personaje en «héroe». La Biblia es la mejor
fuente para entender el significado que tiene Moisés para nuestra fe, pero no
es la mejor fuente a la hora de enterarnos en concreto cómo nació, cómo vivió y
cómo murió aquel hombre; esos datos elementales hay que más bien entresacarlos
del texto por la fuerza, y no sin grandes dosis de hipótesis e imaginación.
El libro del Éxodo recoge la
vida de Moisés, el defensora de los israelitas que logró liberar al pueblo de
Egipto y los guío en la travesía por el desierto
Foto: Pintura de Moisés, de
Adolf Hult. (C.C.)
Pintura de Moisés, de Adolf
Hult. (C.C.)
Según el libro del Exodo,
Egipto era gobernado por entonces por faraón tirano que ordenó matar a todos
los niños hebreos que nacieran. Huyendo de la persecución de los soldados por
las casas del pueblo, un matrimonio de la tribu Leví quiso esconder a su bebé
de los captores y decidió meterlo en un canasto para dejarlo en las aguas del
río Nilo.
Fue en mitad de este
trayecto cuando la hija del faraón encontró el cesto y decidió dejarlo a su
cuidado. La joven bautizó al niño como Moisés (22.878 hombres en España reciben
este nombre): salvado de las aguas. Así, el pequeño hebreo fue criado como
príncipe de Egipto.
Años más tarde, el joven
presenció cómo un soldado fustigaba a un trabajador israelita. En un intento
por defenderlo, el príncipe hirió al egipcio. Esto provocó un gran revuelo en
la corte faraónica y, tal fue el enfado del soberano, que ordenó su ejecución.
El joven se vio entonces en la obligación de huir de su tierra.
Príncipe de Egipto, líder
del pueblo israelita
Su fuga lo llevó a
esconderse al desierto, donde convivió durante siete años en los que conoció a
Séfora, su esposa, y donde experimentó por primera vez la fe religiosa.
Mientras cuidaba de su rebaño, vio arder un matorral de espinas y una voz que
anunciaba su misión: "Soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. He oído
las lamentaciones de mi pueblo de Israel y he dispuesto bajar a ayudarlos. He
dispuesto liberarlos de la esclavitud de Egipto".
Así, portando su bastón,
Moisés se presentó ante el faraón para pedirle, por orden de Yahvé, que
liberara al pueblo. Sin embargo, el monarca no cedió a sus palabras y dispuso
trabajos aún más duros a los israelitas; quienes clamaron a Dios para que los
ayudara.
En respuesta, envió las diez
plagas que aparecen en el Exodo: aguas del Nilo teñidas de sangre, la invasión
de ranas, una nube de mosquitos, la plaga de moscas, una peste sobre el ganado,
úlceras por todo el cuerpo, la granizada que acabó con los cultivos, la plaga
de langostas, los tres dias en tinieblas y, por último, el 'ángel exterminador'
que trajo la muerte de todos los primogénitos de Egipto para todos aquellos que
no hubieran marcado su puerta.
Tras largos días de viaje
por el desierto y cruzar las aguas del Mar Rojo, Moisés llevó a su pueblo al
Monte Sinaí, donde Yahvé les mostró los Diez Mandamientos, la 'ley para regir
la vida del pueblo elegido'.
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